lunes, 18 de abril de 2011

Ai no tetsugaku - Capítulo 4: "El inicio de una confusión interior".

  Llegué a la academia media hora antes que los demás. Tengo intención de adornar mi oficina lo más bien posible, para que no luzca tan deprimente. Traje conmigo una caja mediana llena de cosas que, ni yo sé, lo que hay en todo ese revoltijo. La coloqué en el escritorio y saqué todo lo que ahí había. Tenía en su interior ositos de peluche (mis favoritos), plantas artificiales, gatos de la suerte de todos los tamaños, libros, muchos libros y... unos cuantos bolígrafos, junto con varios timbres, una calculadora y el libro que me dio Takemura. De seguro se estarán preguntando por qué lo traje. Pues ya saben que detesto ese sujeto frío y calculador, manipulador, falto de humor, ególatra, antipático y orgulloso, pero debo reconocer que ése libro el cual me regaló el día de mi graduación, ha sido de gran inspiración para mí. Tiene toda clase de filosofías. Lo único malo: relacionadas con el amor. ¿Cuándo rayos impartiré algo que sólo hable de amor? Creo que irá más dirigido para un gusto personal que para dar clases en base a él. 
  Son las 8:30 de la mañana. Media hora de atraso tiene el señor Takemura. ¿Acaso cree que esto es una broma? ¿Un juego con el cual, puede hacer y deshacer a su antojo? Ahí tengo un gran argumento para defender mi desagrado hacia él.
  Olvidando a ese patán, proseguí con el arreglo de mi oficina. ¡Está quedando hermosa! Mucho menos negra y oscura que antes.
–¿Dónde coloco esto?... –murmuré sacando un adorno de la caja –¿aquí? No... ¿qué tal ahí arriba? No... –dije mientras permanecía parado enfrente del estante se vería poco acorde a su tamaño como para colocarlo a esa altura...
–¿Ositos de peluche? –se escuchó una voz burlona al fondo.
–¡AHHHH! –grité asustado volteando rápidamente –¡Idiota! ¿No te enseñaron a tocar la puerta antes de entrar? –pregunté enojado.
–La puerta estaba abierta –respondió.
–Eh... ¡De todos modos! –contesté arrebatándole el osito de las manos.
–Está quedando bien tu decoración, Arekusandā –comentó observando alrededor –aunque con un toque un poco femenino.
  ¡¿QUÉ?! ¡Lo detesto cada vez más y más!
–¿A qué viene esa estúpida observación? 
–No cualquier hombre tiene flores dispersas por toda su área laboral.
–¿Qué...? ¿Acaso está mal tener un buen gusto para las plantas? –respondí sin mirarlo.
–Sí –contestó fríamente.
  Como lo esperaba. Además de orgulloso, falto de humor, manipulador, ególatra, calculador, antipático y frío, resultó ser el ser más corazón de piedra que jamás haya conocido.
–Pues poco me importa tu opinión –dije metiendo el oso a la caja.
–¿En serio? –respondió agarrando mi brazo –qué desdicha para ti –dijo acercando su rostro –sin embargo, para mí tu opinión es lo más influyente en mi conciencia.
–¡Para de decirme ésas cosas! –exclamé forcejeando.
–¿Por qué? Si es la verdad, Areku.
–¡No te he dado la confianza suficiente como para que me llames por mi apodo! 
–Sabes... eres un chico muy rebelde –comentó acariciando mi cuello –¿lo sabías?
–¡Suéltame! –grité golpeando su mano –¿qué pretendes hacer conmigo? ¿Jugar? ¡Pues no! ¡Yo soy un hombre! ¿Comprendes? ¡Tú eres anormal! ¡Y no pretendo convertirme en lo mismo que tú!
–¿A no? –preguntó mirándome a los ojos –¿por qué no lo intentas? –susurró acercando su rostro.
–¿Eh? ¡No te voy a permitir que m-
  En ese instante, Chiharu-san me besó. Pude sentir como su mano recorría mi nuca, acariciando mi pelo... ah... ¡¿AHHH?! ¡N-no es que lo haya disfrutado! ¡PARA NADA! ¡Me dio un escalofrío! ...que ni yo sé por qué me dio... ¡AAHHH!
–¡Estás demente! –respondí empujándolo –v-vinimos a trabajar, ¡no a esta estupidez! Así que, hazme el favor de nunca más mezclar el trabajo con... tus impulsos.
–Buena idea –dijo arreglándose la corbata –es mejor hacer esto en un lugar más privado –dijo con voz penetrante.
–¿QUÉ? ¡No, no, no, no, no! ES MEJOR NUNCA JAMÁS VOLVER A HACERLO!
–Sí, como quieras –respondió sin ponerme atención –oye, ¿recuerdas la pintura que tanto de había gustado? –preguntó.
–¿Pintura? Eh, sí. ¿Qué hay con ella?
–La compré.
–¿La... compraste? –respondí sorprendido con tal nivel de obsesión –¿para qué?
–Para tenerlo como un recuerdo especial del día en que creí en Dios.
–¿Qué? –no entendía a qué venía eso –no te entiendo.
–Sí... –respondió –creí en el porque ése día, vi un ángel y si los ángeles existen, es porque él también existe.
  No pude haberme sentido más incómodo como lo estuve en ese instante, incluyendo el hecho de que pude sentir cómo mi rostro se ponía sonrojado como nunca antes, sin poder evitarlo.
–Basta de comentarios inapropiados –dije bajando la cabeza, con el fin de esconder mi rostro –hay q-que trabajar –dije tartamudeando.
–Mi ángel... –dijo tocando mi mentón con su blanca y suave mano –no seas trabajólico.
  Y nuevamente, Chiharu-san me besó, esta vez, con mayor intensidad. ¿¡POR QUÉ NO PONGO MALDITA RESISTENCIA!? ¡Detesto sentir sus labios sin manifestar disgusto alguno! ¡C-como si me gustara! ¡LO CUAL NO ES VERDAD! Y eso es lo que manifiesto al momento de aceptar sus besos... ¡Cómo lo odio!
–¡Te dije que no me volvieras a besar nunca más! –exclamé empujándolo –¡Basta!
–¿Qué pasa aquí? –preguntó un señor bajo, quien era auxiliar de la academia, asomándose a la puerta. Por cierto, presentaba un rostro pálido y ojos asombrados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario