lunes, 28 de enero de 2013

Ai no tetsugaku - Capítulo 28 3/3: "Locura".

–¡La comida estuvo deliciosa! Gracias, Chisa-san.
–No me agradezcas, Areku –respondió, como siempre, con ojos penetrantes–. Brindemos por nosotros –dijo, alzando su copa.
  Alcé también la mía, y brindamos. El vino era muy diferente a los demás que conocía. Su color verde menta, y sabor entre dulce y amargo, lo hacían muy exótico. Además, en el interior de la botella yacía una pequeña flor.
  De pronto, el celular de Chiharu comenzó a sonar. Él lo mira, me hace un gesto y rápidamente se pone de pie, alejándose, y contesta con un aire misterioso.

–Recibimos avisos de un hombre no identificado que merodeaba los alrededores del hotel donde usted se está hospedando. No pudimos hayarlo, por lo que pondremos máxima vigilancia.
–Hagan lo necesario. Estoy en la Mt. Namsan. Necesito guardias que velen en las cercanías. No quiero que intente hacer algo mientras estoy aquí.
–Entendido.

  Chisa-san colgó, y regresó pensativo. No puedo evitar sentir una curiosidad inmensa al verlo actuar de esa manera.
–¿Pasa algo? –pregunté.
–No –contestó, guardando el teléfono.
–¿De verdad?
–Arekusandā, no pasa nada –reiteró él.

  No le creí, pero dejé de insistir en el tema.
  Entonces tomé un último sorbo a mi copa, me levanté de la mesa, y me dirigí al balcón de la terraza. No quise parecer muy obvio, pero me preocupé un poco por la llamada que recibió. Siento que algo malo está pasando, y no quiere decirm.
–Mañana en la noche regresaremos a Japón –escuché decir a Chiharu.
–¿Mañana? –dije, girándome hacia él.
–Sí –contestó, encendiendo un cigarro–. Mañana en la tarde asistiré a la presentación de mis pinturas, mientras que tú y Ruchia se quedarán y prepararán las maletas.
–De acuerdo –dije.
–Pero escúchame bien, te prohibo que salgas con ella –dijo con expresión seria–. No quiero que te pase algo mientras no esté –decía mientras fumaba.
  Asentí con la cabeza. Hubo un silencio largo entre nosotros. Yo permanecí en mi posición, mientras que Chisa-san seguía fumando.
  Di media vuelta, y dejé mi espalda descansar en el muro. Miré a Chiharu, quien enseguida me miró de reojo. Su cigarro estaba apunto de terminarse, así que lo puso en el cenicero y lo apagó. Comenzó a desabrocharse lentamente su camisa, dejándola entreabierta. Se acercó a mí y puso su mano en mi cabeza, acariciándome el pelo suavemente.
–Quiero hacerte el amor –dijo, con una mirada diabólica, y una sonrisa que parecía tener más de una intención.
–¿Aquí? –dije, entre deseoso y dudoso.
–¿Sucede algo malo? –preguntó, intentando sacarme el saco.
–Nos pueden ver –dije, terminando de sacarme el terno.
–Nadie puede venir aquí –replicó, esta vez desabrochando mi camisa azul–. He reservado este lugar por toda la noche.
–¿En serio?
–Sí... –respondió, metiendo sus manos en mi pantalón.
  Un sensación intensa recorrió mi cuerpo. Me quitó la camisa, y yo, le saqué la suya también. Su mano seguía recorriendo mi piel, y mi excitación aumentaba cada vez más.
–Chiharu... –dije susurrando, entretanto le acariciaba el cuello con sutileza.
  Su torso descubierto me provocaba. Su abdomen marcado era exquisito.
  Chisa-san se desabrochó el cinturón, y lo tiró lejos. Acercó su boca a mi cuello y lo lamió intensamente. Enseguida me tomó con fuerza de la cintura y me llevó a la cama, dejándome caer con sutileza.
–No quiero usar condón –dijo, desabrochándome el cinturón con rapidez–. Esas mierdas sólo sirven para incomodar. ¿Tienes algún problema? –preguntó, ahora quitándome el pantalón.
–N-no... –respondí, acomodándome entre las sábanas.
  Chiharu se quitó el pantalón, y los boxers. Su miembro estaba erecto de un modo increíble. Yo no me había quitado los boxers, pero él me los quitó sin previo aviso.
  De pronto se levantó.
–¿A dónde vas? –pregunté.
  No me respondió. Se agachó y sacó algo de debajo de la cama.
–¿Qué es? –pregunté ahora, esperando respuesta.
–Déjame jugar un poco –respondió, quitándole la tapa a un frasco que contenía lo que parecía miel.
  Chiharu comenzó a derramar el líquido en mi vientre. Me sorprendí, pero a la vez me provocó una excitación mayor ante la expectativa de lo que vendría después.
–Te ves tan lindo así –dijo, acercando su rostro a mi abdomen.
  De pronto, inició el acto sexual lamiendo la miel que había en mí. Me excité a tal punto que empecé a lanzar geminos, uno tras otro, cada vez que su lengua entraba en contacto con mi piel. Limpió el dulce manjar en mí por completo. Entonces me besó con demencia. Su lengua y la mía se entrelazaban vigorosas. Al terminar, inmediatamente introdujo su pene en mí, desatando una excitación indescriptible. Lancé un gemido largo y fuerte, y pude notar que Chiharu lo disfrutó. Me penetraba con un frenesí indescriptible, salvaje. Apretaba entre mis manos las sábanas, y me retorcía de placer.
  Luego de una intensa penetración, le practiqué sexo oral. Chiharu había sudado mucho, y tenía el pelo desordenado. Mientras lamía su miembro, él me sonreía, y de vez en cuando sacaba la lengua; posteriormente mordía su labio inferior.
–Maldita sea. Eres bueno, Arekunsandā –dijo, echando su cabeza hacia atrás.
  Yo seguí haciendo lo mío. Y él continuó disfrutándolo.
  Me tomó nuevamente por la cintura, y me dejó bocabajo. Su pene entró en mi nuevamente, y yo, sentía el orgasmo aumentar con los roces. Chiharu gruñía cada cierto tiempo, y con ello la penetración se volvía más violenta. Tomaba mechones de mi pelo, y los jalaba. Yo era como un esclavo sumiso, y él, me dominaba completamente. Estábamos en el climax. Él se detuvo por unos instantes, acercó su rostro al mío y me dio un largo y apasionado beso francés. Me deleité besándolo. Al terminar de besarme, nuevamente introdujo su órgano viril.
–Ay... –decía entre cada gemido.
  Apretaba las sábanas con fuerza. Chiharu realmente es bueno.
–Arekusandā... –dijo con la voz algo ronca– estoy a punto de venirme...
  Mi orgasmo explotó cuando sentí a Chisa-san eyacular dentro de mí. Inmediatamente sacó su miembro, derramando sobre mi pecho. Luego de acabar, se dejó caer a mi lado, me cubrió con las sábanas y lanzó un extenso suspiro.
–¿Estás cansado? –pregunté, mirando su rostro que estaba sudando.
–No –respondió, volteando su cabeza hacia mí–. ¿Y tú? ¿Estás bien?
–Estoy agotado –contesté con sinceridad–. Has hecho de mí lo que quisiste –agregué riendo, un poco adolorido.
–Espera a que despiertes mañana –dijo–. De seguro no querrás caminar –agregó cubriéndose con lo que sobraba de la cubierta.
–¡Cállate! –le dije, golpeándolo– Sentiré vergüenza –añadí sintiendo mi rostro sonrojarse.
–No te preocupes, durará poco tiempo –dijo, tratando de tranquilizarme.
–¿Cuánto demorará?
–No sé, unos días –respondió.
–¡¿Qué?!
–Oye, no serás el único –replicó riendo.
–Aún así...
–Pero no me vas a decir que te arrepientes de lo que acaba de pasar.
–Claro que no –contesté–. Es la mejor noche de mi vida, Chiharu.
–La mía también, pequeño. La mía también –dijo, tomando mi mano.
  Me quedé dormido en pocos minutos.
  Jamás olvidaré lo que sucedió. Lo amo tanto... Ojalá que esto dure para siempre.

sábado, 26 de enero de 2013

Ai no tetsugaku - Capítulo 28 2/3: "Locura".

  Me desperté por el sonido de la puerta que se abría. "No tengo la más mínima intención de dormir" pensé antes de cerrar mis ojos, sin embargo dormí profundamente. La música relajante, el perfume de Chisa-san, más la brisa suave que acariciaba mi rostro, fueron los causantes de mi excesiva relajación. Levanté mi cabeza y vi a Chiharu afuera del auto, llamando por celular. Estuvo alrededor de cinco minutos en ello. Después colgó y se acercó a mi puerta. La abrió y me pidió que saliera.

–¡¿Qué?! –exclamé saliendo del auto– ¡Estamos en la Montaña Namsan!
–Querías venir –dijo–, y aquí estamos. Debo reconocer que tienes buen gusto para elegir lugares turísticos. Es muy agradable.
–Es verdad –respondí asombrado–. ¡Gracias, Chisa-san!
–No te preocupes, sólo te pido que te acostumbres al ambiente. Nos quedaremos aquí hasta el amanecer –dijo, guardando su celular.
–¿Eh? ¿Hasta el... amanecer?
–Sí. ¿Ocurre algo?
–No, no –contesté–. Es que, no veo ningún lugar donde podamos hospedarnos. ¿Dormiremos en el auto? –inferí.
–No te preocupes por eso –respondió, mirándome con un brillo indescriptible que emanaba de sus ojos–. Disfruta del día. Lo preparé para ti –dijo con voz susurrante, entretanto se acercaba a mí. Su rostro y el mío quedaron a escasos centímetros de distancia. Abrió ligeramente su boca y besó la punta de mi nariz.
  Chisa-san me tomó de la mano y comenzó a caminar hacia una entrada que tenía un letrero grande, con un algo escrito en coreano. Más abajo estaba detallado su significado en inglés. "Namsan Mountain". Seguimos caminando hasta llegar a un puesto que había al lado de un árbol de cerezo.
–Buenos días –dijo en coreano la mujer que atendía–, ¿tiene su...
–Sí –interrumpió Chiharu, respondiendo en coreano también.
  Chisa-san sabía hablar muchos idiomas: francés, inglés, un poco de español... pero jamás creí que se dominara en el coreano. Cada día me sorprende más.
–Vamos –dijo, girando hacia mí.
  Lo seguí durante todo el camino sin saber a ciencia cierta a qué íbamos. El dijo que lo había preparado para mí... y la curiosidad me estaba matando.
  De pronto nos detuvimos frente a una especie de puente que dejaba ver un paisaje hermoso. Si me asomaba, podía contemplar todo lo que estaba debajo de nuestros pies. Pero eso no era lo más importante, sino que había una pequeña muralla de la que colgaban cientos de candados. Nunca antes vi algo parecido. Entonces vi que Chiharu sacó un candado de color rojo desde el bolsillo de su camisa junto a una pequeña llave, y contempló durante unos segundos las montañas que se veían desde nuestra ubicación. Lanzó un suspiro. Se acercó a mí, tomó mi mano derecha, y la apretó con firmeza.
–Arekusandā, te amo. Gracias por estar conmigo. Yo... estuve a punto de morir. Y tú me salvaste. Eres mi ángel. Ahora, yo no puedo morir, porque voy a cuidarte.  –dijo, mirándome fijamente, sonriendo como nunca antes lo había hecho, y apretando el candado contra su pecho–. Por favor, nunca te alejes de mí. Cuando estés triste, ven conmigo y yo te voy a consolar –decía, mirándome–. Quiero compartir este atardecer contigo, y este lazo de amor que quiero sellar, aquí, junto a ti. 
  Inmediatamente mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Él es un tipo muy reservado, el cual prefiere guardar sus sentimientos en vez de expresarlos. ¿Lo había hecho por mí? Lo hizo, ¿porque me valora? ¿Soy la única razón que lo motiva a exponer sus emociones? Comencé a llorar.
–¿Qué? –dijo, cambiando su expresión– ¿Estuvo mal lo que dije? ...Demonios, sabía que era demasiado. Disculpame.
–¡No! Tonto –dije, riendo. Suavemente le di un golpe en el pecho–. Estoy llorando porque no me esperaba esto de ti. Es... el momento más lindo de mi vida.
  Chiharu echó una risa seca. Entonces, se agachó cerca de los demás candados. Abrió el preciado objeto y lo cerró con llave, tirándola a continuación por el borde del muro.
–No estaba en mis planes conocerte –dijo, acercándose a mí–, pero cuando sucedió, mi vida pasó a segundo plano. Todo desde entonces comenzó a girar alrededor de tu existencia... Es una locura. ¿Cómo puede una persona amar tanto a otra? –se preguntó a si mismo, mirando el paisaje.
  Lo miré sonrojado. No dije nada puesto que no sabía qué decirle.
–Me alegra que te encuentres así –agregó–. Este era el resultado que esperaba: dejarte sin palabras.
  Sonreí y lo miré con devoción. Él volteó y me devolvió la sonrisa.
 Me acerqué a él y lo abracé fuertemente. Después, él me tomó de la mano, y permanecimos en esa posición durante un largo tiempo, sólo mirando la naturaleza que nos brindaba una vista impresionante.
  Sustuvo mi mano con delicadeza. Noté que elevó su brazo derecho, mirando al reloj dorado que colgaba de su muñeca.
–Arekusandā –dijo–, ven conmigo. He preparado algo especial sólo para nosotros.
–¿En serio? –dije, mirándolo ilusionado.
–Sí –respondió, sosteniendo mi mano–. Acompáñame. 
  Tomados de la mano, me condujo hacia unas escaleras que llevaban a un lugar que se encontraba en lo alto de una montaña. No sé cuántos escalones exactamente subimos, pero fueron varios.
  Cuando por fin llegamos, me encontré con algo que jamás imaginé. Era una suerte de azotea que tenía vista privilegiada hacia la ciudad. Había una mesa pequeña con un mantel blanco puesto. Había una botella de vino, dos copas de cristal y un platillo para cada lado de la mesa. El suelo estaba repleto de pétalos de rosas rojas, y más allá pude visualizar lo que parecía una cama grande y blanca como la nieve. Miré a Chiharu y él me miró a mí.
–¿Te gusta? –preguntó, quitándose el saco.
–Sí, ¡mucho! –respondí, emocionado.
–¿Tienes hambre? Porque yo sí –dijo.
–¡Sí! Me ruge el estómago –contesté, caminando hacia la mesa.
  Ambos nos sentamos al mismo tiempo. Rápidamente comencé a comer, mientras que él comió a velocidad normal. Estaba delicioso. Creo que se trataba de una comida que incluía mucho pulpo. Noté que Chisa-san cada cierto tiempo me miraba, aparentemente sorprendido por la cantidad de comida que ingería. Me reía, un poco avergonzado, pero él me devolvía una tierna sonrisa.