domingo, 21 de octubre de 2012

Ai no tetsugaku - Capítulo 28 1/3: "Locura".

–Despierta, dormilón.
  Era la voz de Chisa-san que me despertaba. Sus suaves y pálidas manos me movían lentamente. No sé exactamente cuánto tiempo había permanecido dormido, pero seguramente había sido bastante.
  Gruñí con pocas ganas de abrir los ojos.
–¿Qué hora es...? –pregunté– Quiero dormir –dije, cubriéndome el rostro con la almohada.
– Levántate, peste –contestó Chiharu, quitándome la almohada–. Son las tres de la tarde. Y quiero llevarte de paseo –aclaró–. Vístete rápido.
–¿Eh...? ¿Paseo? –reiteré, aún desentendido– ¿Chisa-san? ¿Estás ahí?
  Se había ido. Estaba más que claro. Tenía que vestirme y punto. Pero debo decir que esta situación en la cual no tengo idea hacia dónde me quiere llevar no es muy agradable. ¡Quería seguir durmiendo!
  Me incorporé de la cama. Abrí los ojos y con pesadez comencé a acostumbrarme a la luz. Frente a mi cama había una silla de madera, bastante bonita. Pero eso no era lo importante. En ella descansaba un conjunto de ropa que a simple vista parecía un vestuario formal. Saqué las sábanas que me cubrían y me puse de pie. Me acerqué a revisar con más detalle. Había un terno gris con una camisa azul, una fina corbata grisácea, un pantalón gris, un cinturón café con la hebilla más brillante que haya visto; unas medias grises y un par de zapatos negros lustrados que a juzgar por su marca no parecían asiáticos. Era suficiente para sacar conclusiones: era una salida importante. De seguro es una junta de negocios a la cual quiere que lo acompañe para evitar que otro intento de secuestro vaya a resultar con éxito.
  Me duché, me vestí. Creo que fue la primera vez en toda mi vida en la que hice dos cosas seguidas sin demorarme más de una hora. Salí de la habitación y enseguida me encontré con Chisa-san. Estaba sentado, en el living, fumando. Igualmente vestía de manera formal, pero excesivamente sexy y provocativa. Usaba un terno negro con camisa roja y corbata negra, pantalones negros y un cinturón negro con la hebilla dorada. Sus zapatos eran negros también, y eran bastante elegantes. Su cabello negro azabache estaba despeinado pero peinado a la vez. Era indescriptible la excitación que nacía en mí al verlo así. 
–Chisa-san, ¡ya estoy listo! –exclamé mirándolo con emoción.
  Sacó lentamente el cigarro de entre sus labios, y lo colocó en el cenicero. Se levantó, entretanto se arreglaba la corbata, y me miró con una sonrisa diabólica.
–Muy bien. Vámonos que ya es tarde –dijo, sacando las llaves del cuarto que estaban en el bolsillo trasero de su pantalón.
–¿A dónde? –pregunté, curioso.
  Abrió la puerta y salí yo primero. Enseguida la cerró y caminó delante mío.
–¿Sabías que preguntarle a la persona que te invita "a dónde vamos" causa siete años de mala suerte? –dijo.
–...¿En serio?
–Sí –respondió riendo levemente.
  Entramos al ascensor. Él tranquilo y yo pensativo. ¿De veras causa siete años de mala suerte? ...Creo que se equivocó de superstición.
–¡Oye! –dije, enojado– ¡Eso de los siete años de mala suerte es para los espejos!
  Era una tonta mentira.
–No –replicó–. Es verdad.
–¿Por qué es verdad? –pregunté, ahora confundido y enojado.
–Porque yo lo digo –respondió con una sonrisa.
–¡Idiota! –grité, mientras la puerta del ascensor se abría.
  Chisa-san salió rápidamente, dirigiéndose hacia la recepción. Entregó las llaves e indicó cierta información que no alcancé a escuchar. Permanecí adentro del ascensor pensando en lo estúpido que fui al creerle eso de los siete años de mala suerte. ¿Acaso el hecho de que él lo diga es porque así debe ser? Una razón más para confirmar que la personalidad de Chiharu posee una parte egocéntrica, y muy bien desarrollada.
–¿Qué esperas? Se está cerrando –dijo a lo lejos Chisa-san.
  Efectivamente las puertas se estaban cerrando, y yo seguía adentro. Rápidamente reaccioné y salí corriendo.
–Tonto –dijo, tocando mi cabeza, acariciándola suavemente.
  Un escalofrío de placer recorrió mi cuerpo, aunque no podía evitar un cierto desprecio momentáneo. Saqué su mano de entre mis cabellos y crucé mis brazos, fingiendo estar molesto.
  Chisa-san caminó hacia el estacionamiento. Comencé a caminar detrás suyo. Llegamos hasta una camioneta negra. Abrió las dos puertas delanteras y me invitó a subir.
–¿Es tuyo? –pregunté, recordando sólo haber conocido su auto blanco, entretanto me abrochaba el cinturón.
–No –contestó, cerrando la puerta–. Es de un amigo, me lo prestó –dijo, encendiéndolo.
–Ah.
–¿Tienes calor? –preguntó.
–Sí, un poco –respondí, mirándolo.
–Qué bueno –dijo, mientras encendía el aire acondicionado–. Yo me estoy muriendo de calor. No sé, creo que el ambiente de Corea es difícil de asimilar.
–¿Estás bien? –pregunté, mirando su cuello que brilla por el sudor. Era una escena muy sexy, aunque preocupante. Jamás lo vi así.
–Sí –replicó, conduciendo con la mirada fija en el camino–. Es sólo que he fumado mucho estos días. Siento que eso provoca que mi cuerpo sienta este tipo de efectos.
–¿Has fumado más de la cuenta? ¿Quieres morir? –dije, preocupado por su salud.
  Él me miró sonriendo.  Yo no le correspondí la sonrisa.
–Vamos, Arekusandā. Estaré bien. La nicotina ha estado en mis pulmones desde que soy un crío. Esto es normal para mí –dijo, mientras me pasaba una almohada pequeña de color púrpura–. Toma. Descansa un poco. Llegaremos en una hora, más o menos. No creo que ir conversando todo el camino sea una opción divertida, menos si lo haces conmigo.
–De acuerdo –dije, acomodándola en mi nuca–, pero no eres aburrido.
  Chisa-san rió. Me acarició la cabeza y yo me giré y cerré mis ojos. No tenía la más mínima intención de dormir, así que le pedí que encendiera la radio y pusiera música relajante.

domingo, 14 de octubre de 2012

Riko-tekina ai no tetsugaku - Capítulo 27: "Lágrimas agridulces".

  ...Después de toda una madrugada ausente es difícil aparecer como si nada hubiese sucedido. Luego de la extensa conversación que tuve con Hikaru-san, pude tomar más noción de lo que me rodeaba. Estaba tan desorientado queme sentía mareado. Después de terminar la visita a la vieja casa donde alguna vez estuvo Nowaki, le pedí a Hikaru que me trajera hasta el edificio donde había pasado mi última noche tranquila. 
  Con poco ánimo de escuchar los sermones que me esperaban, saqué las llaves de mi bolsillo derecho y abrí la puerta del departamento. Entré con paso nervioso. Apenas eché un disimulado vistazo me topé con la presencia de Nori. Se notaba que había pasado una mala noche. Estaba realmente preocupado. Al cruzar la puerta lo encontré con los ojos llenos de ojeras. Encima de la mesa había un termo con café caliente. Vasos desechables tirados por todo el piso, y un aroma penetrante a cafeína. Se podía sentir el ambiente pesado que reinaba dentro de esa habitación.
  No estaba listo para ser reprendido.

–Lamento todo lo ocurrido, Nori-Sempai... –murmuré mirándolo a los ojos.
  Hubo un silencio que pareció durar una eternidad. Entonces Nori dio un suspiro y respondió:
–¿Así de fácil lo dices? ¿Tienes una puta idea de lo mal que lo pasé por tu culpa? No tuviste ni siquiera una mínima consideración para hacerme una llamada o enviarme un mensaje de texto.
Tienes toda la razón. Podría haberte enviado alguna señal de vida, pero no podía pensar en esos momentos. Pasaron muchas ideas oscuras por mi mente... toda lógica se había borrado en mí... –respondí.
¡¡Aún así debiste haberme llamado, Misaki!! –exclamó furioso–. ¡Mira cómo me has dejado! ¡Estuve toda la maldita noche despierto esperando alguna llamada! ¡O que al abrir la puerta te encontrara ahí! –decía acercándose a mí–. No sabes nada... –metió su mano en su chaqueta y de su interior sacó un una nota– Toma. lo envía alguien anónimamente. No tengo ganas de hablar contigo –dijo entregándome el papel–. Buenas noches –y se alejó yendo hacia la cama–. ¡...Qué demonios estoy diciendo! ¿Qué tienen de buenas? ¡Maldición! –gritó, cerrando la puerta.

  Era evidente que esa cólera que reinaba en él era causada por mí. Me sentí muy apenado por ello. Espero que al levantarse disminuya su rabia.
  Abrí la hoja doblada que me había entregado. Al abrirla por completo, me percaté de que estaba escrita a mano. Comencé a leerla.

"Pobre niño, ¿te sientes mal por la mentira que Nowaki Hashimoto te ocultó? Ohhh, cuánto lo siento. En realidad no lo siento, ja.ja,ja. ¡Creíste que él te amaba! Ahhh, eres tan estúpido. Sin duda me das lástima. Eres un mocoso inmaduro que se enamoró de un hombre desinteresado. Jamás podrás igualar el vínculo que existe entre él y yo, su esposa y señora. Sí, admito que nos hemos distanciado, pero han sido por razones del destino, no han dependido de nosotros. ¿Y sabes qué? Él me ha amado desde el primer día en que nos conocimos hasta ahora. Está contigo por diversión, eres sólo un miserable juguete con el que se divierte cada vez que está aburrido. Admítelo, él no te quiere. Nunca te ha amado, ni lo hará jamás. Déjalo tranquilo".

  No quería llorar, pero leer eso me había dejado más dolido de lo que ya estaba. ¿Cómo llegó esta basura a mis manos? ¿Cómo pudo encontrarme esa desquiciada? ...No debo creer en lo que me dice, pero ya es demasiada la confusión que estoy sintiendo... ¿Debería ayudarlo o simplemente debiera dejarlo pudrirse en la cárcel? 
  Al mirar mi reloj pulsera. me di cuenta de que falta media hora para que el horario de atención terminara. ¿Lo ayudo o no? Estoy muriendo por dentro, pero la fatalidad sería mucho mayor al imaginarlo encerrado por un largo período sin libertad para poder verlo y sentirlo ...cerca mío.

¿Hikaru-sama? Oye, ¿podrías llevarme al lugar ese donde debo declarar? –preguntaba por teléfono–. Sí. De acuerdo. Te esperaré afuera. Gracias.
  Colgué con las manos sudorosas. El sólo hecho de imaginarme declarando a su favor me estremece. Jamás estuve en una situación así, e imaginarla con él la hace mucho más dramática.


• • 


–Gracias por traerme, Hikaru-san.
–De nada, muchacho. Buena suerte –respondió él con una sonrisa–. Si me necesitas, sólo llámame. 
–Sí, gracias –dije cerrando la puerta del auto.
  Mis piernas tambaleaban, y me sentía levemente mareado. Estaba muy nervioso. Ver a Hikaru-sama alejándose me ponía aún más inquieto.

  Ingresé a la penitenciaría donde Nowaki-san estaba encerrado mientras se investigaba el caso. Me dijeron que entrara y declarara en privado con un juez sobre la situación con mi versión. Sentía mucho miedo sobre lo que pudiera pasar ahí dentro. Me hicieron pasar a un cuarto con poca luminosidad y me sentaron frente a un escritorio, donde se encontraba el juez a cargo. Estuve hablando con él durante casi dos horas. Cuando salí, estaba muy solitario el lugar. Tenía una apariencia realmente macabra. Un guardia me miró de reojo y se acercó a mí.
–Disculpe, ¿usted es Misaki Kyosuke del caso "Hashimoto"? –preguntó.
  Lo miré nervioso. Pensé un poco y luego respondí:
–Eh, sí.
–Acompáñeme, por favor, –dijo– el sujeto que está en prisión preventiva desea verlo.
–¿Qué? –dije sorprendido. No sabía qué hacer, ni qué responder –¿Debo ir? No quisiera hacerlo.
  En realidad moría por verle, pero no me sentía preparado.
–Si el señor Hashimoto lo solicitó, es porque está en su derecho como interno temporal, y eso, en un caso como este, es obligatorio si así una de los dos partes lo desea.
–De acuerdo... –concordé sin otra opción. 
  Caminé detrás del guardia mientras me llevaba hacia la celda. Ya no quería ir, pero no tenía cómo evitarlo. Era algo por lo cual me estaban obligando.
  Nos detuvimos frente a un pasillo oscuro, donde sólo una de las celdas estaba encendida. 
–Aquí es. Si el señor Hashimoto intenta atacarlo sólo llámeme y vendré –dijo.
–Sí... –respondí angustiado.
  Miré hacia adelante. Me quedé ahí parado, tratando de calmarme. No quería ir, en verdad no quería hacerlo. Estaba cansado de toda esta situación. No quería seguir con esto. El corazón se me agitaba de forma violenta. No podía aguantar más... No obstante, algo me hizo seguir caminando hasta llegar a él. Las manos me sudaban, me dolía el estómago. Las piernas me temblaban y sentía mucho frío.
  Me paré frente de las rejas y lo miré lentamente.
  Ahí estaba Nowaki, sentado en su cama, mirando hacia el suelo. Usaba la misma ropa desde la última vez que lo vi. Estaba llena de sangre, y su corbata estaba tirada en el piso. Después miré su rostro. Su cabello estaba despeinado, y en su ceja derecha habían suturas. Su pálido cuello tenía algunas heridas. Estaba en un estado deplorable. No resistí más, y el silencio que había se rompió con mis sollozos. A causa de mis lamentos Nowaki-san se dio cuenta de mi presencia. Levantó lentamente la cabeza y me miró.
  Sus ojos y los míos se habían encontrado. Por un momento sentí que había dejado de respirar, y fue cuando Nowaki se levantó y se acercó a las rejas. Yo, entre un mar de emociones, me acerqué también y puse mis manos en los soportes de hierro. Waki-san puso sus manos sobre las mías, y apretándolas fuertemente, habló.
–Creí que no te vería otra vez –dijo con voz apagada. Algo ronca también.
  Carraspeé para tratar de contener esos nudos que se habían formado en mi garganta.
–Sería lo más justo –expresé con crueldad.
–¿Lo más justo? –reiteró– Para ti quizá, porque para mí la muerte sería mejor que no verte de nuevo –replicó mirando fijamente mis pupilas.
  Sentía como mi sangre comenzaba a bombear con más velocidad. Al mirarlo, noté cómo sus pupilas se dilataban cada vez más.
–¿Por qué tuvimos que llegar a este extremo? –pregunté adolorido– ¿Por qué nunca me lo dijiste? Yo te habría entendido, Nowaki –dije, agitado.
–A través de mi vida nunca pude confiar en las personas. Nunca estoy seguro de lo que afirman decir. Siempre dudo sobre ellas y tengo poca confianza en mí mismo y en mis capacidades para generar un lazo duradero –da un suspiro largo–. Simplemente no quería perderte. Pero supongo que el remedio fue peor que la enfermedad...
–¿Todavía la amas? –pregunté con un nudo en la garganta.
–¿Amarla? ¿Yo? ¿De qué hablas, Misaki?
–¿Me consideras un juguete? Acaso... ¿te estás divirtiendo conmigo?
–¡Oye! ¿Por qué me acusas de esas cosas? –dijo sacando sus manos de las rejas, devolviéndose hacia la penumbra de su celda, entretanto se rascaba la cabeza– ¿Qué está pasando contigo? ¿Eh? Entiendo tu frustración porque te haya ocultado mi pasado, ¿pero ésto? ¡¡No te entiendo!! 
  Saqué la nota del bolsillo de mi camiseta.
–Mira –dije acercándolo con mi brazo extendido–, tu esposa me lo mandó –agregué mientras él lo recibía.
  Nowaki-san comenzó a leerlo. Durante el tiempo en que leyó, emitía una especie de gruñidos, como maldiciendo en voz baja.
–¡¡Esta perra está loca!! –exclamó rompiendo el papel– Misaki, no puedes creerle.
–En estos momentos no sé a quién creer –respondí mirándolo fijamente, entretanto movía la cabeza de izquierda a derecha.
  Nowaki hizo silencio durante unos segundos. Se veía pensativo. Miró al piso con expresión adolorida. Repentinamente me miró y preguntó:
–¿Quieres que dejemos esto hasta aquí? Si eso es lo que quieres, puedo hacerlo. Sólo te pido que si así lo quieres no intentes buscarme, porque de seguro ya no me encontrarás, al menos no vivo.
  Al escucharlo, mi cuerpo entero se estremeció. Sentí un escalofrío que recorrió hasta la más mínima parte de mí. Pestañeé un par de veces, y mientras mis ojos se llenaban de agua, me acerqué aún más a la celda.
–¡¡NUNCA DIRÍA ALGO ASÍ!! –grité asustado– Nunca intentes hacer algo así, ¿me oíste? ¡¡Nunca!!
  Al mirarlo, lo vi acercándose rápidamente. Sólo pude respirar una fracción de segundo, y continuación, sus labios estaban en los míos, besándose con pasión y frenesí  como si fuera la primera y última vez en que se unieran. Lo besé con todo mi ser. Disfruté sus labios como si fueran un exquisito afrodisíaco hecho especialmente para mí. Todo lo que quise, lo que quiero, y lo que querré, estaba ahí, frente mío. Aunque me duela aceptarlo, me he convertido en un miserable esclavo de Nowaki Hashimoto. En esos segundos, me olvidé de todo, y lo único que podía sentir era su saliva fusionar con la mía; nuestras lenguas bailando un vals ardiente.
  Entonces escuché las llaves del guardia abrir la puerta de la entrada. Nos separamos rápidamente, y con normal expresión, Nowaki volvió a su posición inicial, y yo, despidiéndome, me alejé sin más.
–Te amo –dijo Waki-san en voz baja mientras me alejaba.
–Yo también –contesté elevando ligeramente la voz, acercándome hacia la puerta que se abría.



PD: ¡Lamento la demora! Esto ha sido una increíble falta de respeto hacia todos mis lectores. Disculpen la desaparición tan repentina e injustificada que tuve. Tuve muchos problemas personales que no podía resolver. Ahora que están parcialmente resueltos, volví para continuar lo que dejé incompleto. ¡Gracias por ser tan pacientes! ¡Los estimo mucho!