sábado, 10 de marzo de 2012

Ai no tetsugaku Capítulo 26 2/2: “Alguien me está mirando”.

  Debo decir que Seúl me ha sorprendido. Es tan interesante todo lo que se puede encontrar aquí. Tienen muchas tradiciones bonitas. La gente es muy amable. Las calles están limpias y el tránsito es silencioso.
 Ruchia-sama me llevó a comprar muchas cosas. Comí mucho también. Estoy exhausto, pero feliz. Definitivamente Seúl es un buen destino para visitar.

–Areku-chan –dijo Ruchia mirando su reloj–, debo atender unos asuntos ahora. ¿Podrías irte al hotel?
–¿Irme? ¡No! Quiero ver más cosas. ¡La feria es increíble! –respondí ante tal deprimente noticia.
–Pero te perderás. ¡Y CHIHARU-SAN ME MATARÁ! –contestó entrando en pánico.
–¡Ruchia! ¡No tengo cinco años! –dije molesto a causa de su desconfianza– ¡Sé perfectamente cómo llegar!
  Ruchia-sama suspiró profundamente. Me miró por un par de segundos, y luego sacó algo que parecía un papel de su cartera.
–Por favor, llama al chofer –dijo entregándome un trozo de papel doblado–. ¿Lo harás?
–Sí, descuida –respondí con una sonrisa leve–. Vete tranquila.
  Ruchia me miró un poco menos preocupada, entretanto se alejaba casi corriendo. Me di vuelta y seguí adentrándome en la feria. Era inmensa. Me atrevería a decir que su largo era como de 7 kilómetros. ¡Eran cientos de puestos! Uno cada vez más interesante que el otro. Sin embargo, a cada paso que daba, sentía como si me estuvieran siguiendo. Cada vez se volvía más incómodo. Comencé a ponerme nervioso, y miraba hacia todos lados, tratando de buscar la razón por la que me sentía de esa forma. De pronto, siendo alguien detrás mío. Realmente me asusté en ése momento. Volteé muy nervioso, rogando a todos los santos para que no me sucediera nada malo.
–Hola –dijo la persona que se encontraba detrás mío.
  Media alrededor de dos metros. ¡Era muy alto! Su cabello era raro; parecía una peluca.
–Ho-hola...  –dije mirándolo con miedo.
–¿Eres japonés? –preguntó con una sonrisa.
  A decir verdad su sonrisa me pareció falsa. Sus dientes eran feos. Su cara poseía rasgos toscos. No era una persona agradable de mirar. De hecho su apariencia provocaba miedo, ya que parecía un bandido.
–...¿Cómo lo sabe? –pregunté sorprendido y a la vez, con el miedo duplicado.
–Tu acento te delata, muchacho –contestó mirándome, manteniendo la falsa sonrisa–. ¿Vives aquí?
  Comencé a asustarme más de lo que ya estaba.
–No... –contesté desconfiado hasta los huesos.
–Entonces eres un turista –dijo mirándome fijamente.
–Algo así –dije extremadamente nervioso.
–¿Podrías acompañarme a una tienda que está muy cerca de aquí? No conozco mucho este lugar, así que tu compañía me vendría de gran ayuda –dijo tomándome del brazo.
–¿Acompañarlo? –reiteré asustado– No. ¡Déjeme! –exclamé intentando hacerlo soltar mi brazo.
–Tranquilo, niño –dijo él mirándome. 
  Ésta vez, ya no sonreía. Más bien su cara expresaba nerviosismo.
–¡Le he dicho que me deje ir! ¡Soy un turista, no conozco Seúl! –decía cada vez más y más desesperado por alejarme de él.
–¡Tranquilo! –dijo apretando con mayor fuerza mi brazo.
  Ciertamente era un bandido. Me asusté a tal punto que sentía dolor estomacal. Él comenzó a caminar más rápido que antes. Y al parecer su intención era llevarme a cualquier otro lugar menos a una tienda.
  Estaba desesperado. Quería escapar de lo que parecía un secuestro. Entonces imaginé escenas de algunas películas de acción que había visto, en las que los personajes atacaban algún punto débil del enemigo para debilitarlo. No soy bueno en artes marciales ni nada por el estilo, así que opté por morderle la mano con todas mis fuerzas. Podía sentir como su piel era perforada.
–¡MALDITO BASTARDO! –gritó el sujeto soltándome bruscamente.
  Su mano sangraba. Aún así, comenzó a correr hacia mí. No sabía qué hacer ni hacia dónde ir. Habían muchas personas en la calle, pero ninguna hacia nada. Empecé a correr con mucho miedo. No quería mirar hacia atrás. Corría y corría hasta llegar a algún lugar donde me sintiera a salvo. Quería ir al hotel, pero no sabía dónde estaba. Quería llamar al chofer, pero no sabía dónde había una cabina telefónica. Entré en pánico. Corrí hacia la multitud de la feria, en dirección hacia la entrada. Esperaba perderlo entre la gente.
  De pronto choqué con alguien. Mis ojos estaban cerrados con tanta fuerza que no quería abrirlos. Tenía miedo. ¡De seguro era el mismo tipo!
 –¡AAAAAAAAAAAHHHHHH! –grité empujando a la persona, sin mirarla a los ojos.
–¡Arekusandā–exclamó la persona con la que choqué, agarrándome de ambos brazos.
–¡Suéltam...
  En seguida abrí mis ojos y miré a la persona con la que había chocado.
–¡CHIHARU! –exclamé aliviado– ¡Eres tú! –dije abrazándolo con los ojos llorosos.
–¿Qué sucede contigo? –preguntó mirándome desconcertado.
–¡¡Me sigue un hombre!! –respondí con el corazón acelerado.
–¡¿Qué?! –dijo mirándome alarmado– ¿Dónde diablos está Ruchia? –preguntó.
–¡No lo sé! Se fue. Dijo que tenía que irse por asuntos de ella –dije mirándolo a los ojos con temor.
–¡Le dije que se quedara contigo! –dijo enojado– ¡Maldita sea! ¡Le pedí que cuidara de ti y ni siquiera eso puede hacer bien!
–No te enojes con ella, Chisa-san –dije preocupado–. Es mi culpa.
–¿Qué? –dijo él con la mirada enfurecida.
–Me dijo que regresara al hotel, pero yo no quise. Ella insistió –decía apenado–, pero no le hice caso. Es mi culpa, Chisa-san. ¡Fui un idiota!
–¿Por qué no te fuiste al hotel? –preguntó sorprendido– ¡No conoces nada de aquí! ¿Cómo rayos se supone que podrías quedarte solo?
–Ya lo sé –dije triste–. Por favor, perdóname. ¡Todo ésto no hubiera sucedido si hubiera obedecido!
–Es verdad, Arekusandā –dijo mirándome enojado–. ¡Nunca más lo vuelvas a hacer! ¿Entendiste? ¡Si algo te pasa yo no sé qué será de mi vida!
  Ésas palabras bastaron para hacerme entender que antes de pensar en mí, tenía que pensar en Chisa-san.
–Pero quiero saber qué fue lo que te sucedió –dijo poniendo mis manos entre las suyas–. ¿Qué te pasó para que llegues así de asustado?
–No entiendo lo que sucedió. Yo... me sentía seguido. Y entonces apareció un hombre horrible que empezó a preguntarme muchas cosas. Me pidió que lo acompañara a una tienda pero yo no quería, entonces me tomó a la fuerza y no me soltaba. Me asusté demasiado. Mordí su mano y corrí con todas mis fuerzas –relaté con mis manos temblando.
  Chiharu parecía aún más asustado. Me rodeó con sus brazos y me abrazó, besando mi cabeza.
–Estás bien... eso es lo que importa –susurró abrazándome con fuerza.


  Chisa-san llamó al chofer para que nos llevara al hotel. 
 Entré a la habitación con una gran sensación de seguridad. Además, Chiharu ya no se iría más. Ambos nos acostamos en la cama, abrazados. Me dio un beso y luego de unos minutos se durmió. Creo estaba cansado. Aún así, su rostro se ve hermoso cuando duerme. Lo observé hipnotizado hasta quedar dormido...