miércoles, 27 de julio de 2011

Ai no tetsugaku - Capítulo 18 2/2: "Un menú de opciones".

  El viaje de regreso se había hecho realmente corto. Poco antes de que dieran las 9:00 pm, Chiharu y yo montamos su auto de regreso a casa. Estuvimos cinco horas en aquél parque, pero a mí me pareció mucho menos. Quizás sea porque pasé un muy buen momento mientras estaba ahí, y según dice un refrán, cuando uno se está divirtiendo, el tiempo pasa rápido.
  Chiharu estaba conduciendo, con una expresión pasiva y seria. Entretanto, yo estaba sentado en el asiento de al lado, escuchando uno de mis cantantes favoritos: Kotani Kinya. Mientras miraba a través de la ventana, contemplaba los árboles centenarios que bordeaban el camino, los cuales en la oscuridad parecían figuras humanas, que aparentemente, me sonreían absurdamente. Ignoré esa tonta visión y seguí escuchando a Kinya con los ojos entreabiertos.
–¿Qué escuchas? –preguntó Chiharu.
–¿Huh? –dije girando hacia él.
Kinya... me parece un buen cantante –comentó con la mirada fija en la carretera.
–¿Cómo lo supiste? –interpelé sorprendido.
–Tienes el volumen tan alto que está a punto de explotar –contestó riendo.
–Oh...
–Sólo has comido fruta y un poco de café. ¿Quieres comer algo? –preguntó Chiharu –. Puedo parar en la gasolinera y comprarte algo. Allí hay un restaurante muy agradable. 
Sí, me parece buena idea. En verdad, tengo mucha hambre –acepté, admitiendo que poco falta para que mi estómago rugiera como un león.
  Chiharu aparcó el auto bajo un árbol que había en el patio para estacionar. Bajó del coche, y caminó hacia el restaurante. Él quiso que lo acompañara pero decidí permanecer en el auto.
  Desde el coche podía ver su silueta, parada frente a la barra, esperando ser atendido. A veces me preguntó, si acaso, Chiharu no se ha detenido a pensar en cómo llegó a enamorarse de un pobre profesor inexperto de Filosofía. Es decir... el es un pintor grandemente reconocido en Japón y Corea. Debería estar con alguien de su clase. Pero, no es que no quiera estar con él, es sólo que temo que algún día se aburra de mí porque, obviamente, no compartimos la misma situación económica ni posición social... Espero que nunca piense él de esa forma.
  Sin embargo, mis preguntas y conclusiones se detuvieron. Empecé a sentirme observado. Me vi invadido por un sentimiento de incomodidad absoluta. Miré a mi alrededor. Sentirme así, de la nada, no era normal. Permanecí quieto, con la mirada fija en el asiento de Chiharu. De pronto, sentí una presencia que, aunque no sabía de quién era, causaba en mí gran angustia. Giré hacia mi ventana, y una sombra alta y negra se veía reflejada en el suelo. Miré más arriba, y vi un rostro pálido. Un rostro frío y lleno de cólera. Mi cuerpo se petrificó apenas adiviné de qué se trataba: Hiroshi Fukuzawa. Él sonrió de forma irónica. Me desesperé profundamente. Quería salir corriendo de aquél lugar, pero, si salía, él me atraparía, y si me quedaba, igualmente lo vería. Empecé a gritar, tratando de evitar pensar en su desfigurado y demoníaco rostro. Crucé los brazos y metí la cabeza entre ellos. Quería llorar amargamente. Sentía que todo lo que había pasado había vuelto. Y el regreso de Chisa se hacia eterno... ¡Era una pesadilla! El silencio que mataba y aquella presencia habían desaparecido cuando escuché el sonido de la puerta al abrirse. Chiharu estaba de regreso.
¿Te ha sucedido algo, Arekusandā? Luces mal –preguntó entrando al auto –. Toma. Ordené sushi. 
Hi-Hiroshi... –musité con miedo, entretanto recibía la comida con las manos temblando –. Hiroshi estuvo aquí. Lo acabo de ver.
–¿Estás diciendo que Hiroshi intentó secuestrarte nuevamente? –preguntó preocupado.
–No sé qué quería ese hombre, Chiharu, ¡pero tengo mucho miedo! –respondí mirándolo a los ojos.
–No te preocupes, pequeño –dijo abrazándome –. Nada malo te sucederá, te lo prometo. Ahora come. No quiero que se enfríe el sushi que tanto tiempo y paciencia me tomó esperar –dijo sonriendo nervioso. Chisa-kun encendió el carro y siguió el camino de regreso a casa.
  Intenté olvidar a Hiro-san, pero no podía hacerlo. Miré una y otra vez hacia atrás, para cerciorarme de que él no nos estuviera siguiendo. Cerré los ojos por un instante, medité y pensé que mientras esté Chiharu a mi lado, nada malo iba a pesar, porque él me estaba cuidando. Abrí la bolsa y empecé a comer despacio, tratando de que con cada mordisco el miedo desapareciera. Y al final del día, así fue como resultó.

jueves, 14 de julio de 2011

Ai no tetsugaku - Capítulo 18 1/2: "Un menú de opciones".

–Oye, ¿todavía sigues alimentándolas?  –preguntó Chiharu a lo lejos, sorprendido  –¡Las engordarás, bobo!  –dijo riendo.
¿Por qué engordarán? Sólo tienen hambre  –respondí arrojando lo que me quedaba de pan picado–. Pobrecitas palomas. Sólo míralas. ¿No son adorables?
–Más adorable me pareces tú  –comentó acercándose por detrás, rodeando con sus brazos mi cintura. Por cierto, termina de una vez por todas de alimentarlas, si no comenzaré a sentirme celoso. 
–¿Por qué? –pregunté riéndome de lo que había dicho.
Porque eres mío. Por eso –respondió en seco. Entonces, Chiharu giró mi cabeza en dirección a su rostro, y me besó, acariciando mi cabello.
  Era uno de esos días en que todo parecía perfecto. Habíamos acordado Chisa y yo en visitar el parque de cisnes que tanto anunciaban en la tele. Llevamos una canasta llena de sándwiches, frutas, entre otros alimentos. Él, por su parte, llevó una mochila donde había guardado su notebook, unos abrigos, agua, café y un listado de las instrucciones que el doctor dejó para mi cuidado.
  Chiharu se había vuelto bastante molesto. Y digo molesto porque todo el tiempo me tomaba la temperatura, preguntaba si me dolía algo o cada intervalo de horas, me llamaba para tomarme mis medicinas. Era casi como mi enfermera privada, o peor, como mi madre. Sin embargo, admito que su preocupación me parece de lo más tierna. 
  Él ha vuelto a ser el mismo pintor atractivo de antes. Se cortó la barba, peina su cabello de aquella manera elegante pero salvaje. Huele como un jardín celestial, y su ropa está impecable, tan impecable como la nieve. Luce como un ángel que cayó por accidente en la Tierra.
Arekusandā –dijo Chiharu apareciendo con un vaso de agua, lo típico –, debes tomar el antibiótico que el doctor dejó para ti... –decía acercándome un el vaso –, toma.
  No tenía opción. Dejé mi cámara fotográfica de lado y recibí el vaso con la pastilla. Coloqué la tableta en mi lengua, y a continuación, la tragué con el agua. Chiharu acarició mi pelo, besó mi frente, y se llevó el recipiente. Entonces volví a una de mis grandes pasiones: fotografiar paisajes. Creo que había pasado una hora completa fotografiando las flores, árboles, cielo y animales.
–Escogiste mal tu profesión –comentó Chiharu mientras comía una manzana, sentado en el pasto.
–¿Qué? –dije, saliendo de mi fascinación por presionar el botón 'take' –¿Por qué?
–Pues porque veo que eres muy aficionado por las fotografías, Areku. 
–Bueno... siempre me ha gustado. Pero la filosofía es otro cuento. Mi gusto por tomar fotos no se asemeja a la devoción por aprender acerca de teorías –respondí entretanto enfocaba hacia el rostro de Chisa-kun.
–¿Qué haces? –preguntó riendo nervioso.
–No te muevas –dije. Chiharu dirigió sus ojos hacia la cámara, y con una mirada extremadamente atractiva, figuró como la mejor imagen que jamás había sacado.
–La cámara te ama –dije sentándome a su lado–. Mira –dije mostrándole la foto–. Te ves increíble.
–Espero que la cámara no sea la única que me ame... –insinuó mientras miraba la captura.
–Por supuesto que no es la única –dije sonriendo–. Yo también te amo. Mucho más que ella a ti.
–Cómo me alegra escuchar eso –replicó Chiharu abrazándome, dejando a la cámara de lado.
  Nos abrazamos y acostamos en el pasto. Coloqué mi cabeza en su pecho, mientras él acariciaba mi cabello con suavidad. Se había vuelto la sensación más linda de todas que su mano me estuviera tocando. 
–No logro darme cuenta de cuándo fue que llegué a sentir todo esto tan rápido –comenté, cortando el silencio que sólo era interrumpido por el sonido de nuestra respiración y el latir del corazón de Chisa. Te evitaba. Pensaba que eras un loco pervertido, pero lentamente fuiste conquistando mi corazón, hasta el punto en que debía reconocer que ya no podía negar lo que sentía.
   Chisa permaneció en silencio. Tiempo después, se volteó hacia mí y sonrió.
–¿Creíste que era un loco pervertido? –preguntó riendo.
–Bueno, eso fue antes de conocerte bien –aclaré apenado.
–Jamás creí que tuviera un aspecto pervertido –dijo pensativo. 
–¡Tonto! –exclamé dándole una palmada en la pierna –No eres de aspecto pervertido. Sólo tienes una personalidad muy atractiva y seductora... eso es todo –dije mirándolo.
–Pues gracias –respondió sonriéndome. Acarició mi mejilla y nos volvimos a recostar en el pasto.

lunes, 11 de julio de 2011

Riko-tekina ai no tetsugaku - Capítulo 17: "A la luz del atardecer".

–¿Qué haces aquí? –pregunté sorprendido.
–Lo mismo me gustaría que me respondieras –contestó mirándome.
–Pues... estoy leyendo, ¿no ves? –dije.
–Sí. Ya veo. Pero, estás leyendo mi libro –agregó con una sonrisa burlona–. ¿Te gusta?
¿Qué?
–Mi libro.
–¡Ah! Sí, me encanta –respondí un poco nervioso. Creí que se refería a otra cosa... –¿Y tú? ¿Qué haces por aquí? –pregunté intentando cambiar el tema.
–¿Yo? Nada. Sólo quería caminar un poco. Me dolían las manos, y tomar aire es una buena forma de contrarrestar los dolores –explicó tocándose la mano derecha.
  Eran las manos más lindas que jamás había visto. Aunque se veían algo rojas. Debe ser porque escribió demasiado.
–Quizás necesites un masaje –comenté.
Quizás debas darme un masaje –asintió.
  Mi rostro comenzó a sentirte caliente. ¡No! Era señal de que me estaba sonrojando... como odiaba estarlo, porque él se daba cuenta... ¡y me daba vergüenza! Y eso hacia que me sonrojara aún más. Sin embargo, ignoré ese hecho. Nowaki se sentó de mi lado y yo tomé su mano izquierda. La coloqué entre mis manos y la acaricié suavemente.
–¿Por qué has querido ser cantante? Debiste haber sido masajista profesional –dijo Nowaki mientras me miraba entretanto le hacia masajes en las manos–. Eres muy bueno.
  Mis mejillas se pusieron el doble de rojas que antes.
No digas tonterías –respondí riendo.
–Es en serio –reiteró quitando sus manos de entre las mías–. Es decir, no solo eres bueno en esto. Eres bueno en cualquier ámbito –agregó acariciando mi mejilla derecha.
  Me dirigió una mirada llena de ternura y besó mis labios. Posterior al beso, nos mantuvimos abrazados por bastante tiempo, contemplando cómo el Sol bajaba para dar paso a la Luna.
  Sin embargo, no podía evitar pensar en Nori. Él está enterado de todo. No es que desconfíe de su silencio, pero a lo mejor en una de esas se le escapa y todo el mundo se enterará en un momento no apropiado. Por supuesto que, algún día se sabrá pero... todavía no es la instancia indicada. 
¿Pasa algo? –preguntó Nowaki, contemplando mi rostro.
–No –respondí vacilando–. Waki-chan, ¿no sientes miedo? –pregunté un poco nervioso.
–¿Miedo? ¿Por qué debería tener miedo, Misaki?
La gente es muy cruel, ¿sabes? –dije volteando mis ojos hacia él –Cuando sepan que existe una relación entre el novelista romántico y el vocalista de "Invisible Lover", nos harán pedazos. Comenzarán a bombardearnos con chismes y notas groseras... y yo lo que menos quiero es que todo eso suceda.
  Nowaki se alejó un poco de mí. Respiro profundo, y me miró con suspicacia.
–Tú me amas, ¿no es así? –preguntó.
–Sí, ¡demasiado! –respondí sonriendo.
Entonces deberás aceptar lo que esto conlleva. El mundo televisivo es como un monstruo. Si no sabes cómo enfrentarlo, te comerá vivo en menos de lo que crees –decía con seriedad–. Sé de lo que hablo, porque ya me han colgado varios rumores realmente idiotas. Así que, si realmente deseas estar a mi lado, deberás aprender a convivir con esta clase de opiniones que girarán constantemente alrededor tuyo, Misaki.
  No sabía qué pensar de aquello que Nowaki me explicó. ¡Bastardos reporteros! ¿No tienen algo más que hacer en esta vida? ¿Acaso les pagan para jodernos la vida?
–Incluso he llegado a pensar que sólo les pagan por hundir a la gente –comentó Waki-chan. ¡Justo lo que yo pensaba! 
–Está bien. No me importa. Estar contigo vale todo eso y mucho más –dije acurrucándome en él.
  Me miró con ternura, y besó mi frente. Sus brazos rodearon mi cuerpo, entretanto aferraba mis manos a su cintura. Era una posición bastante parecida a la de un hijo koala con su mamá koala.
–Me siento tan bien estando contigo, Misaki –comentó rompiendo el silencio que se había producido mientras permanecíamos abrazados–. De repente, mi actitud distante y ambiciosa llega a cansarme mucho. Sin embargo, tu forma de ser tan divertida y dulce, me despeja totalmente de todos mis problemas –dijo abrazándome con más fuerza–. Verdaderamente has sido lo mejor que me pudo haber pasado. 
  Comencé a sonrojarme y a sentir un fuerte deseo de llorar de felicidad. Lo quiero, tanto, pero tanto, que contar la distancia entre la Tierra y el Sol mil veces, es poca cantidad que se asemeje a mi amor por él. 
–Waki-chan... ¡te amo! –grité pegando mi cuerpo al suyo –¡No quiero perderte nunca...!
–Y no me perderás, tonto. Jamás podré alejarme de ti. Mi vida no podría ser alegre ni mucho menos poseer alguna clase de sentido sin tu presencia. Te amo, Misaki.
  Ésas dos palabras... sencillamente, explotaron a mi corazón. A la luz del atardecer, supe que aquella persona que me abrazaba, era mi primer y único amor.

sábado, 2 de julio de 2011

Riko-tekina ai no tetsugaku - Capítulo 16: "El libro de nuestros sentimientos".

–¿Cómo te fue con tu... admirador, Misaki? –preguntó Nori mientras la van avanzaba a paso lento.
  Era cierto. Se había dado cuenta.
–Bien –respondí en seco. No quería decir nada al respecto. Aún no tengo claro qué es lo que siento.
–¿Bien? ¿Así nada más? –dijo Senpai –Yo creo que te fue más que bien... –agregó bajando la voz.
–¡ Calla, idiota! –exclamé entre dientes –Tú no has visto nada.
–¿Cómo que no? No estoy ciego –respondió sonriendo de forma perversa –. Se nota que se tienen un cariño muy grande... –insinuó en voz baja.
  ¿Qué podía hacer? Realmente vio todo.
–Pues sí, nos tenemos un cariño muy grande –admití con orgullo –. ¿Y a ti qué te importa eso? ¿Acaso te gusta Nowaki? –pregunté con intención de molestarlo.
–¿A mí? No, por favor. Él es una persona con carácter extremadamente difícil de comprender. No me gustan las personalidades así. Además, soy un hombre. Y a los hombres pues... no deberían gustarle los hombres, si no las mujeres –dijo en tono ofensivo.
–Que me guste Nowaki o no, no es tu problema –dije tratando de cortar la conversación.
–¿No es mi problema? ¡Por supuesto que lo es! –decía en tono de voz muy bajo, ya que nos podrían oír –El hecho de que estés saliendo con un novelista famoso tiene mucho de problema en mi vida! ¿Que acaso estás loco? Éso puede arruinar nuestra imagen como "Invisible Lover". 
–¿Qué...? Oh, vamos, Nori. ¡No seas tan dramático! No sucederá nada de lo que dices.
Sí, claro. Sólo recuerda lo que te he dicho ...no será bueno para ti –culminó.
  No quería seguir hablando del tema. No era algo que Nori-Senpai pudiera comprender.
  Permanecimos en silencio hasta que llegamos al restaurant. Okawa-san estaba de lo más entretenido conversando con Kaito-san. Yo, en cambio, estaba jugando con mi comida. Realmente me aburría el tener que soportar las conversaciones de Okawa... Sólo habla de dinero, poder y más dinero. ¿Qué gracioso, no? Podría estar ahora mismos haciendo algo mucho más entretenido que esto...
–Oye, Misaki, te ves realmente cansado –dijo Kaito.
–¿Eh? No... estoy bien, Kaito-san –respondí enderezándome en la silla.
–¿Notaron la presencia de Nowaki Hashimoto? –comentó Okawa-Sensei con los ojos asombrados –¡Quién diría! Hasta celebridades han atraído estos jóvenes.
–Sí... quién lo diría, ¿no? –asintió Nori, insinuando con la mirada puesta en mí.
–Soy un gran admirador de los trabajos de Hashimoto –continuó Okawa-san –. He comprado todas sus publicaciones. ¡Es increíble como escribe! Es más –dijo abriendo su bolso –, ando trayendo conmigo uno de sus libros. Éste es "Luna de cristal" –dijo sacándolo –, uno de mis favoritos. 
  Observé el libro con detención. Era de tapa dura. Hermoso y perfecto como su autor. Sentía un deseo incontrolable por tenerlo en mis manos.
–Disculpe, Sensei... –dije mirando con devoción al libro –¿Me lo prestaría? Me encantaría poder leerlo.
–¡Pero claro, muchacho! Es todo tuyo –respondió dándomelo –. Puedes quedártelo. Tengo una copia exacta de este episodio en casa.
¡Muchas gracias! –exclamé sosteniendo aquella reliquia.
  Comencé a hojear el libro, ignorando al resto. Leí su introducción. Allí estaba la carta de saludo de Nowaki. Qué lindo se expresaba. Con ese carácter frío y distante, que cuando lo conoces más a fondo, es una ternura de persona. Estuve un buen rato mirando su contenido. Luego, lo guardé en mi mochila, y seguí comiendo, con intención de retirarme lo más rápido posible.
  Minutos después de haber terminado de almorzar, nos despedimos de Okawa-san y cada uno, siguió su rumbo. 
  Nori me invitó a jugar bolos con sus amigos, pero preferí caminar por el puente del centro. Kaito se retiró diciendo que tenía una llamada importante que hacer, mientras que el tipo de la van, se negó a llevarnos a casa, puesto que debía ir a las afueras de Kyoto con "urgencia".
  Saqué el libro de Nowaki y me senté en una de las bancas vacías que habían en la pequeña plaza, a la salida del puente con vista al río. Comencé a leer el sexto capítulo, el cual me había llamado la atención por su nombre: "A la luz de la luna". Inicié el texto interpretando a sus personajes y respectivas expresiones.
¡No te quiero perder! –exclamó el joven apasionado Eres lo único que vale la pena en mi vida. Sin ti, siento que mi alma desfallece a cada segundo que pasa. ¡Tu existencia hizo mi existencia! Por favor, no te vayas... porque yo, te amé desde el primer momento en que te vi, y seguiré amándote hasta el fin de mi existir.
–...No temas, dulzura –continuó una voz sonando detrás de mí –. Yo estaré siempre contigo. Donde quiera que vayas, mis latidos formarán parte de tu corazón.
  Detuve la lectura apenas esa voz dijo la parte del amado. ¿Quién era...? Volteé mi cuerpo, y vi una exquisita sonrisa plasmada en el rostro de Nowaki, quien miraba el libro, su libro, el cual sostenía en mis manos.