lunes, 28 de enero de 2013

Ai no tetsugaku - Capítulo 28 3/3: "Locura".

–¡La comida estuvo deliciosa! Gracias, Chisa-san.
–No me agradezcas, Areku –respondió, como siempre, con ojos penetrantes–. Brindemos por nosotros –dijo, alzando su copa.
  Alcé también la mía, y brindamos. El vino era muy diferente a los demás que conocía. Su color verde menta, y sabor entre dulce y amargo, lo hacían muy exótico. Además, en el interior de la botella yacía una pequeña flor.
  De pronto, el celular de Chiharu comenzó a sonar. Él lo mira, me hace un gesto y rápidamente se pone de pie, alejándose, y contesta con un aire misterioso.

–Recibimos avisos de un hombre no identificado que merodeaba los alrededores del hotel donde usted se está hospedando. No pudimos hayarlo, por lo que pondremos máxima vigilancia.
–Hagan lo necesario. Estoy en la Mt. Namsan. Necesito guardias que velen en las cercanías. No quiero que intente hacer algo mientras estoy aquí.
–Entendido.

  Chisa-san colgó, y regresó pensativo. No puedo evitar sentir una curiosidad inmensa al verlo actuar de esa manera.
–¿Pasa algo? –pregunté.
–No –contestó, guardando el teléfono.
–¿De verdad?
–Arekusandā, no pasa nada –reiteró él.

  No le creí, pero dejé de insistir en el tema.
  Entonces tomé un último sorbo a mi copa, me levanté de la mesa, y me dirigí al balcón de la terraza. No quise parecer muy obvio, pero me preocupé un poco por la llamada que recibió. Siento que algo malo está pasando, y no quiere decirm.
–Mañana en la noche regresaremos a Japón –escuché decir a Chiharu.
–¿Mañana? –dije, girándome hacia él.
–Sí –contestó, encendiendo un cigarro–. Mañana en la tarde asistiré a la presentación de mis pinturas, mientras que tú y Ruchia se quedarán y prepararán las maletas.
–De acuerdo –dije.
–Pero escúchame bien, te prohibo que salgas con ella –dijo con expresión seria–. No quiero que te pase algo mientras no esté –decía mientras fumaba.
  Asentí con la cabeza. Hubo un silencio largo entre nosotros. Yo permanecí en mi posición, mientras que Chisa-san seguía fumando.
  Di media vuelta, y dejé mi espalda descansar en el muro. Miré a Chiharu, quien enseguida me miró de reojo. Su cigarro estaba apunto de terminarse, así que lo puso en el cenicero y lo apagó. Comenzó a desabrocharse lentamente su camisa, dejándola entreabierta. Se acercó a mí y puso su mano en mi cabeza, acariciándome el pelo suavemente.
–Quiero hacerte el amor –dijo, con una mirada diabólica, y una sonrisa que parecía tener más de una intención.
–¿Aquí? –dije, entre deseoso y dudoso.
–¿Sucede algo malo? –preguntó, intentando sacarme el saco.
–Nos pueden ver –dije, terminando de sacarme el terno.
–Nadie puede venir aquí –replicó, esta vez desabrochando mi camisa azul–. He reservado este lugar por toda la noche.
–¿En serio?
–Sí... –respondió, metiendo sus manos en mi pantalón.
  Un sensación intensa recorrió mi cuerpo. Me quitó la camisa, y yo, le saqué la suya también. Su mano seguía recorriendo mi piel, y mi excitación aumentaba cada vez más.
–Chiharu... –dije susurrando, entretanto le acariciaba el cuello con sutileza.
  Su torso descubierto me provocaba. Su abdomen marcado era exquisito.
  Chisa-san se desabrochó el cinturón, y lo tiró lejos. Acercó su boca a mi cuello y lo lamió intensamente. Enseguida me tomó con fuerza de la cintura y me llevó a la cama, dejándome caer con sutileza.
–No quiero usar condón –dijo, desabrochándome el cinturón con rapidez–. Esas mierdas sólo sirven para incomodar. ¿Tienes algún problema? –preguntó, ahora quitándome el pantalón.
–N-no... –respondí, acomodándome entre las sábanas.
  Chiharu se quitó el pantalón, y los boxers. Su miembro estaba erecto de un modo increíble. Yo no me había quitado los boxers, pero él me los quitó sin previo aviso.
  De pronto se levantó.
–¿A dónde vas? –pregunté.
  No me respondió. Se agachó y sacó algo de debajo de la cama.
–¿Qué es? –pregunté ahora, esperando respuesta.
–Déjame jugar un poco –respondió, quitándole la tapa a un frasco que contenía lo que parecía miel.
  Chiharu comenzó a derramar el líquido en mi vientre. Me sorprendí, pero a la vez me provocó una excitación mayor ante la expectativa de lo que vendría después.
–Te ves tan lindo así –dijo, acercando su rostro a mi abdomen.
  De pronto, inició el acto sexual lamiendo la miel que había en mí. Me excité a tal punto que empecé a lanzar geminos, uno tras otro, cada vez que su lengua entraba en contacto con mi piel. Limpió el dulce manjar en mí por completo. Entonces me besó con demencia. Su lengua y la mía se entrelazaban vigorosas. Al terminar, inmediatamente introdujo su pene en mí, desatando una excitación indescriptible. Lancé un gemido largo y fuerte, y pude notar que Chiharu lo disfrutó. Me penetraba con un frenesí indescriptible, salvaje. Apretaba entre mis manos las sábanas, y me retorcía de placer.
  Luego de una intensa penetración, le practiqué sexo oral. Chiharu había sudado mucho, y tenía el pelo desordenado. Mientras lamía su miembro, él me sonreía, y de vez en cuando sacaba la lengua; posteriormente mordía su labio inferior.
–Maldita sea. Eres bueno, Arekunsandā –dijo, echando su cabeza hacia atrás.
  Yo seguí haciendo lo mío. Y él continuó disfrutándolo.
  Me tomó nuevamente por la cintura, y me dejó bocabajo. Su pene entró en mi nuevamente, y yo, sentía el orgasmo aumentar con los roces. Chiharu gruñía cada cierto tiempo, y con ello la penetración se volvía más violenta. Tomaba mechones de mi pelo, y los jalaba. Yo era como un esclavo sumiso, y él, me dominaba completamente. Estábamos en el climax. Él se detuvo por unos instantes, acercó su rostro al mío y me dio un largo y apasionado beso francés. Me deleité besándolo. Al terminar de besarme, nuevamente introdujo su órgano viril.
–Ay... –decía entre cada gemido.
  Apretaba las sábanas con fuerza. Chiharu realmente es bueno.
–Arekusandā... –dijo con la voz algo ronca– estoy a punto de venirme...
  Mi orgasmo explotó cuando sentí a Chisa-san eyacular dentro de mí. Inmediatamente sacó su miembro, derramando sobre mi pecho. Luego de acabar, se dejó caer a mi lado, me cubrió con las sábanas y lanzó un extenso suspiro.
–¿Estás cansado? –pregunté, mirando su rostro que estaba sudando.
–No –respondió, volteando su cabeza hacia mí–. ¿Y tú? ¿Estás bien?
–Estoy agotado –contesté con sinceridad–. Has hecho de mí lo que quisiste –agregué riendo, un poco adolorido.
–Espera a que despiertes mañana –dijo–. De seguro no querrás caminar –agregó cubriéndose con lo que sobraba de la cubierta.
–¡Cállate! –le dije, golpeándolo– Sentiré vergüenza –añadí sintiendo mi rostro sonrojarse.
–No te preocupes, durará poco tiempo –dijo, tratando de tranquilizarme.
–¿Cuánto demorará?
–No sé, unos días –respondió.
–¡¿Qué?!
–Oye, no serás el único –replicó riendo.
–Aún así...
–Pero no me vas a decir que te arrepientes de lo que acaba de pasar.
–Claro que no –contesté–. Es la mejor noche de mi vida, Chiharu.
–La mía también, pequeño. La mía también –dijo, tomando mi mano.
  Me quedé dormido en pocos minutos.
  Jamás olvidaré lo que sucedió. Lo amo tanto... Ojalá que esto dure para siempre.

sábado, 26 de enero de 2013

Ai no tetsugaku - Capítulo 28 2/3: "Locura".

  Me desperté por el sonido de la puerta que se abría. "No tengo la más mínima intención de dormir" pensé antes de cerrar mis ojos, sin embargo dormí profundamente. La música relajante, el perfume de Chisa-san, más la brisa suave que acariciaba mi rostro, fueron los causantes de mi excesiva relajación. Levanté mi cabeza y vi a Chiharu afuera del auto, llamando por celular. Estuvo alrededor de cinco minutos en ello. Después colgó y se acercó a mi puerta. La abrió y me pidió que saliera.

–¡¿Qué?! –exclamé saliendo del auto– ¡Estamos en la Montaña Namsan!
–Querías venir –dijo–, y aquí estamos. Debo reconocer que tienes buen gusto para elegir lugares turísticos. Es muy agradable.
–Es verdad –respondí asombrado–. ¡Gracias, Chisa-san!
–No te preocupes, sólo te pido que te acostumbres al ambiente. Nos quedaremos aquí hasta el amanecer –dijo, guardando su celular.
–¿Eh? ¿Hasta el... amanecer?
–Sí. ¿Ocurre algo?
–No, no –contesté–. Es que, no veo ningún lugar donde podamos hospedarnos. ¿Dormiremos en el auto? –inferí.
–No te preocupes por eso –respondió, mirándome con un brillo indescriptible que emanaba de sus ojos–. Disfruta del día. Lo preparé para ti –dijo con voz susurrante, entretanto se acercaba a mí. Su rostro y el mío quedaron a escasos centímetros de distancia. Abrió ligeramente su boca y besó la punta de mi nariz.
  Chisa-san me tomó de la mano y comenzó a caminar hacia una entrada que tenía un letrero grande, con un algo escrito en coreano. Más abajo estaba detallado su significado en inglés. "Namsan Mountain". Seguimos caminando hasta llegar a un puesto que había al lado de un árbol de cerezo.
–Buenos días –dijo en coreano la mujer que atendía–, ¿tiene su...
–Sí –interrumpió Chiharu, respondiendo en coreano también.
  Chisa-san sabía hablar muchos idiomas: francés, inglés, un poco de español... pero jamás creí que se dominara en el coreano. Cada día me sorprende más.
–Vamos –dijo, girando hacia mí.
  Lo seguí durante todo el camino sin saber a ciencia cierta a qué íbamos. El dijo que lo había preparado para mí... y la curiosidad me estaba matando.
  De pronto nos detuvimos frente a una especie de puente que dejaba ver un paisaje hermoso. Si me asomaba, podía contemplar todo lo que estaba debajo de nuestros pies. Pero eso no era lo más importante, sino que había una pequeña muralla de la que colgaban cientos de candados. Nunca antes vi algo parecido. Entonces vi que Chiharu sacó un candado de color rojo desde el bolsillo de su camisa junto a una pequeña llave, y contempló durante unos segundos las montañas que se veían desde nuestra ubicación. Lanzó un suspiro. Se acercó a mí, tomó mi mano derecha, y la apretó con firmeza.
–Arekusandā, te amo. Gracias por estar conmigo. Yo... estuve a punto de morir. Y tú me salvaste. Eres mi ángel. Ahora, yo no puedo morir, porque voy a cuidarte.  –dijo, mirándome fijamente, sonriendo como nunca antes lo había hecho, y apretando el candado contra su pecho–. Por favor, nunca te alejes de mí. Cuando estés triste, ven conmigo y yo te voy a consolar –decía, mirándome–. Quiero compartir este atardecer contigo, y este lazo de amor que quiero sellar, aquí, junto a ti. 
  Inmediatamente mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Él es un tipo muy reservado, el cual prefiere guardar sus sentimientos en vez de expresarlos. ¿Lo había hecho por mí? Lo hizo, ¿porque me valora? ¿Soy la única razón que lo motiva a exponer sus emociones? Comencé a llorar.
–¿Qué? –dijo, cambiando su expresión– ¿Estuvo mal lo que dije? ...Demonios, sabía que era demasiado. Disculpame.
–¡No! Tonto –dije, riendo. Suavemente le di un golpe en el pecho–. Estoy llorando porque no me esperaba esto de ti. Es... el momento más lindo de mi vida.
  Chiharu echó una risa seca. Entonces, se agachó cerca de los demás candados. Abrió el preciado objeto y lo cerró con llave, tirándola a continuación por el borde del muro.
–No estaba en mis planes conocerte –dijo, acercándose a mí–, pero cuando sucedió, mi vida pasó a segundo plano. Todo desde entonces comenzó a girar alrededor de tu existencia... Es una locura. ¿Cómo puede una persona amar tanto a otra? –se preguntó a si mismo, mirando el paisaje.
  Lo miré sonrojado. No dije nada puesto que no sabía qué decirle.
–Me alegra que te encuentres así –agregó–. Este era el resultado que esperaba: dejarte sin palabras.
  Sonreí y lo miré con devoción. Él volteó y me devolvió la sonrisa.
 Me acerqué a él y lo abracé fuertemente. Después, él me tomó de la mano, y permanecimos en esa posición durante un largo tiempo, sólo mirando la naturaleza que nos brindaba una vista impresionante.
  Sustuvo mi mano con delicadeza. Noté que elevó su brazo derecho, mirando al reloj dorado que colgaba de su muñeca.
–Arekusandā –dijo–, ven conmigo. He preparado algo especial sólo para nosotros.
–¿En serio? –dije, mirándolo ilusionado.
–Sí –respondió, sosteniendo mi mano–. Acompáñame. 
  Tomados de la mano, me condujo hacia unas escaleras que llevaban a un lugar que se encontraba en lo alto de una montaña. No sé cuántos escalones exactamente subimos, pero fueron varios.
  Cuando por fin llegamos, me encontré con algo que jamás imaginé. Era una suerte de azotea que tenía vista privilegiada hacia la ciudad. Había una mesa pequeña con un mantel blanco puesto. Había una botella de vino, dos copas de cristal y un platillo para cada lado de la mesa. El suelo estaba repleto de pétalos de rosas rojas, y más allá pude visualizar lo que parecía una cama grande y blanca como la nieve. Miré a Chiharu y él me miró a mí.
–¿Te gusta? –preguntó, quitándose el saco.
–Sí, ¡mucho! –respondí, emocionado.
–¿Tienes hambre? Porque yo sí –dijo.
–¡Sí! Me ruge el estómago –contesté, caminando hacia la mesa.
  Ambos nos sentamos al mismo tiempo. Rápidamente comencé a comer, mientras que él comió a velocidad normal. Estaba delicioso. Creo que se trataba de una comida que incluía mucho pulpo. Noté que Chisa-san cada cierto tiempo me miraba, aparentemente sorprendido por la cantidad de comida que ingería. Me reía, un poco avergonzado, pero él me devolvía una tierna sonrisa.

domingo, 21 de octubre de 2012

Ai no tetsugaku - Capítulo 28 1/3: "Locura".

–Despierta, dormilón.
  Era la voz de Chisa-san que me despertaba. Sus suaves y pálidas manos me movían lentamente. No sé exactamente cuánto tiempo había permanecido dormido, pero seguramente había sido bastante.
  Gruñí con pocas ganas de abrir los ojos.
–¿Qué hora es...? –pregunté– Quiero dormir –dije, cubriéndome el rostro con la almohada.
– Levántate, peste –contestó Chiharu, quitándome la almohada–. Son las tres de la tarde. Y quiero llevarte de paseo –aclaró–. Vístete rápido.
–¿Eh...? ¿Paseo? –reiteré, aún desentendido– ¿Chisa-san? ¿Estás ahí?
  Se había ido. Estaba más que claro. Tenía que vestirme y punto. Pero debo decir que esta situación en la cual no tengo idea hacia dónde me quiere llevar no es muy agradable. ¡Quería seguir durmiendo!
  Me incorporé de la cama. Abrí los ojos y con pesadez comencé a acostumbrarme a la luz. Frente a mi cama había una silla de madera, bastante bonita. Pero eso no era lo importante. En ella descansaba un conjunto de ropa que a simple vista parecía un vestuario formal. Saqué las sábanas que me cubrían y me puse de pie. Me acerqué a revisar con más detalle. Había un terno gris con una camisa azul, una fina corbata grisácea, un pantalón gris, un cinturón café con la hebilla más brillante que haya visto; unas medias grises y un par de zapatos negros lustrados que a juzgar por su marca no parecían asiáticos. Era suficiente para sacar conclusiones: era una salida importante. De seguro es una junta de negocios a la cual quiere que lo acompañe para evitar que otro intento de secuestro vaya a resultar con éxito.
  Me duché, me vestí. Creo que fue la primera vez en toda mi vida en la que hice dos cosas seguidas sin demorarme más de una hora. Salí de la habitación y enseguida me encontré con Chisa-san. Estaba sentado, en el living, fumando. Igualmente vestía de manera formal, pero excesivamente sexy y provocativa. Usaba un terno negro con camisa roja y corbata negra, pantalones negros y un cinturón negro con la hebilla dorada. Sus zapatos eran negros también, y eran bastante elegantes. Su cabello negro azabache estaba despeinado pero peinado a la vez. Era indescriptible la excitación que nacía en mí al verlo así. 
–Chisa-san, ¡ya estoy listo! –exclamé mirándolo con emoción.
  Sacó lentamente el cigarro de entre sus labios, y lo colocó en el cenicero. Se levantó, entretanto se arreglaba la corbata, y me miró con una sonrisa diabólica.
–Muy bien. Vámonos que ya es tarde –dijo, sacando las llaves del cuarto que estaban en el bolsillo trasero de su pantalón.
–¿A dónde? –pregunté, curioso.
  Abrió la puerta y salí yo primero. Enseguida la cerró y caminó delante mío.
–¿Sabías que preguntarle a la persona que te invita "a dónde vamos" causa siete años de mala suerte? –dijo.
–...¿En serio?
–Sí –respondió riendo levemente.
  Entramos al ascensor. Él tranquilo y yo pensativo. ¿De veras causa siete años de mala suerte? ...Creo que se equivocó de superstición.
–¡Oye! –dije, enojado– ¡Eso de los siete años de mala suerte es para los espejos!
  Era una tonta mentira.
–No –replicó–. Es verdad.
–¿Por qué es verdad? –pregunté, ahora confundido y enojado.
–Porque yo lo digo –respondió con una sonrisa.
–¡Idiota! –grité, mientras la puerta del ascensor se abría.
  Chisa-san salió rápidamente, dirigiéndose hacia la recepción. Entregó las llaves e indicó cierta información que no alcancé a escuchar. Permanecí adentro del ascensor pensando en lo estúpido que fui al creerle eso de los siete años de mala suerte. ¿Acaso el hecho de que él lo diga es porque así debe ser? Una razón más para confirmar que la personalidad de Chiharu posee una parte egocéntrica, y muy bien desarrollada.
–¿Qué esperas? Se está cerrando –dijo a lo lejos Chisa-san.
  Efectivamente las puertas se estaban cerrando, y yo seguía adentro. Rápidamente reaccioné y salí corriendo.
–Tonto –dijo, tocando mi cabeza, acariciándola suavemente.
  Un escalofrío de placer recorrió mi cuerpo, aunque no podía evitar un cierto desprecio momentáneo. Saqué su mano de entre mis cabellos y crucé mis brazos, fingiendo estar molesto.
  Chisa-san caminó hacia el estacionamiento. Comencé a caminar detrás suyo. Llegamos hasta una camioneta negra. Abrió las dos puertas delanteras y me invitó a subir.
–¿Es tuyo? –pregunté, recordando sólo haber conocido su auto blanco, entretanto me abrochaba el cinturón.
–No –contestó, cerrando la puerta–. Es de un amigo, me lo prestó –dijo, encendiéndolo.
–Ah.
–¿Tienes calor? –preguntó.
–Sí, un poco –respondí, mirándolo.
–Qué bueno –dijo, mientras encendía el aire acondicionado–. Yo me estoy muriendo de calor. No sé, creo que el ambiente de Corea es difícil de asimilar.
–¿Estás bien? –pregunté, mirando su cuello que brilla por el sudor. Era una escena muy sexy, aunque preocupante. Jamás lo vi así.
–Sí –replicó, conduciendo con la mirada fija en el camino–. Es sólo que he fumado mucho estos días. Siento que eso provoca que mi cuerpo sienta este tipo de efectos.
–¿Has fumado más de la cuenta? ¿Quieres morir? –dije, preocupado por su salud.
  Él me miró sonriendo.  Yo no le correspondí la sonrisa.
–Vamos, Arekusandā. Estaré bien. La nicotina ha estado en mis pulmones desde que soy un crío. Esto es normal para mí –dijo, mientras me pasaba una almohada pequeña de color púrpura–. Toma. Descansa un poco. Llegaremos en una hora, más o menos. No creo que ir conversando todo el camino sea una opción divertida, menos si lo haces conmigo.
–De acuerdo –dije, acomodándola en mi nuca–, pero no eres aburrido.
  Chisa-san rió. Me acarició la cabeza y yo me giré y cerré mis ojos. No tenía la más mínima intención de dormir, así que le pedí que encendiera la radio y pusiera música relajante.

domingo, 14 de octubre de 2012

Riko-tekina ai no tetsugaku - Capítulo 27: "Lágrimas agridulces".

  ...Después de toda una madrugada ausente es difícil aparecer como si nada hubiese sucedido. Luego de la extensa conversación que tuve con Hikaru-san, pude tomar más noción de lo que me rodeaba. Estaba tan desorientado queme sentía mareado. Después de terminar la visita a la vieja casa donde alguna vez estuvo Nowaki, le pedí a Hikaru que me trajera hasta el edificio donde había pasado mi última noche tranquila. 
  Con poco ánimo de escuchar los sermones que me esperaban, saqué las llaves de mi bolsillo derecho y abrí la puerta del departamento. Entré con paso nervioso. Apenas eché un disimulado vistazo me topé con la presencia de Nori. Se notaba que había pasado una mala noche. Estaba realmente preocupado. Al cruzar la puerta lo encontré con los ojos llenos de ojeras. Encima de la mesa había un termo con café caliente. Vasos desechables tirados por todo el piso, y un aroma penetrante a cafeína. Se podía sentir el ambiente pesado que reinaba dentro de esa habitación.
  No estaba listo para ser reprendido.

–Lamento todo lo ocurrido, Nori-Sempai... –murmuré mirándolo a los ojos.
  Hubo un silencio que pareció durar una eternidad. Entonces Nori dio un suspiro y respondió:
–¿Así de fácil lo dices? ¿Tienes una puta idea de lo mal que lo pasé por tu culpa? No tuviste ni siquiera una mínima consideración para hacerme una llamada o enviarme un mensaje de texto.
Tienes toda la razón. Podría haberte enviado alguna señal de vida, pero no podía pensar en esos momentos. Pasaron muchas ideas oscuras por mi mente... toda lógica se había borrado en mí... –respondí.
¡¡Aún así debiste haberme llamado, Misaki!! –exclamó furioso–. ¡Mira cómo me has dejado! ¡Estuve toda la maldita noche despierto esperando alguna llamada! ¡O que al abrir la puerta te encontrara ahí! –decía acercándose a mí–. No sabes nada... –metió su mano en su chaqueta y de su interior sacó un una nota– Toma. lo envía alguien anónimamente. No tengo ganas de hablar contigo –dijo entregándome el papel–. Buenas noches –y se alejó yendo hacia la cama–. ¡...Qué demonios estoy diciendo! ¿Qué tienen de buenas? ¡Maldición! –gritó, cerrando la puerta.

  Era evidente que esa cólera que reinaba en él era causada por mí. Me sentí muy apenado por ello. Espero que al levantarse disminuya su rabia.
  Abrí la hoja doblada que me había entregado. Al abrirla por completo, me percaté de que estaba escrita a mano. Comencé a leerla.

"Pobre niño, ¿te sientes mal por la mentira que Nowaki Hashimoto te ocultó? Ohhh, cuánto lo siento. En realidad no lo siento, ja.ja,ja. ¡Creíste que él te amaba! Ahhh, eres tan estúpido. Sin duda me das lástima. Eres un mocoso inmaduro que se enamoró de un hombre desinteresado. Jamás podrás igualar el vínculo que existe entre él y yo, su esposa y señora. Sí, admito que nos hemos distanciado, pero han sido por razones del destino, no han dependido de nosotros. ¿Y sabes qué? Él me ha amado desde el primer día en que nos conocimos hasta ahora. Está contigo por diversión, eres sólo un miserable juguete con el que se divierte cada vez que está aburrido. Admítelo, él no te quiere. Nunca te ha amado, ni lo hará jamás. Déjalo tranquilo".

  No quería llorar, pero leer eso me había dejado más dolido de lo que ya estaba. ¿Cómo llegó esta basura a mis manos? ¿Cómo pudo encontrarme esa desquiciada? ...No debo creer en lo que me dice, pero ya es demasiada la confusión que estoy sintiendo... ¿Debería ayudarlo o simplemente debiera dejarlo pudrirse en la cárcel? 
  Al mirar mi reloj pulsera. me di cuenta de que falta media hora para que el horario de atención terminara. ¿Lo ayudo o no? Estoy muriendo por dentro, pero la fatalidad sería mucho mayor al imaginarlo encerrado por un largo período sin libertad para poder verlo y sentirlo ...cerca mío.

¿Hikaru-sama? Oye, ¿podrías llevarme al lugar ese donde debo declarar? –preguntaba por teléfono–. Sí. De acuerdo. Te esperaré afuera. Gracias.
  Colgué con las manos sudorosas. El sólo hecho de imaginarme declarando a su favor me estremece. Jamás estuve en una situación así, e imaginarla con él la hace mucho más dramática.


• • 


–Gracias por traerme, Hikaru-san.
–De nada, muchacho. Buena suerte –respondió él con una sonrisa–. Si me necesitas, sólo llámame. 
–Sí, gracias –dije cerrando la puerta del auto.
  Mis piernas tambaleaban, y me sentía levemente mareado. Estaba muy nervioso. Ver a Hikaru-sama alejándose me ponía aún más inquieto.

  Ingresé a la penitenciaría donde Nowaki-san estaba encerrado mientras se investigaba el caso. Me dijeron que entrara y declarara en privado con un juez sobre la situación con mi versión. Sentía mucho miedo sobre lo que pudiera pasar ahí dentro. Me hicieron pasar a un cuarto con poca luminosidad y me sentaron frente a un escritorio, donde se encontraba el juez a cargo. Estuve hablando con él durante casi dos horas. Cuando salí, estaba muy solitario el lugar. Tenía una apariencia realmente macabra. Un guardia me miró de reojo y se acercó a mí.
–Disculpe, ¿usted es Misaki Kyosuke del caso "Hashimoto"? –preguntó.
  Lo miré nervioso. Pensé un poco y luego respondí:
–Eh, sí.
–Acompáñeme, por favor, –dijo– el sujeto que está en prisión preventiva desea verlo.
–¿Qué? –dije sorprendido. No sabía qué hacer, ni qué responder –¿Debo ir? No quisiera hacerlo.
  En realidad moría por verle, pero no me sentía preparado.
–Si el señor Hashimoto lo solicitó, es porque está en su derecho como interno temporal, y eso, en un caso como este, es obligatorio si así una de los dos partes lo desea.
–De acuerdo... –concordé sin otra opción. 
  Caminé detrás del guardia mientras me llevaba hacia la celda. Ya no quería ir, pero no tenía cómo evitarlo. Era algo por lo cual me estaban obligando.
  Nos detuvimos frente a un pasillo oscuro, donde sólo una de las celdas estaba encendida. 
–Aquí es. Si el señor Hashimoto intenta atacarlo sólo llámeme y vendré –dijo.
–Sí... –respondí angustiado.
  Miré hacia adelante. Me quedé ahí parado, tratando de calmarme. No quería ir, en verdad no quería hacerlo. Estaba cansado de toda esta situación. No quería seguir con esto. El corazón se me agitaba de forma violenta. No podía aguantar más... No obstante, algo me hizo seguir caminando hasta llegar a él. Las manos me sudaban, me dolía el estómago. Las piernas me temblaban y sentía mucho frío.
  Me paré frente de las rejas y lo miré lentamente.
  Ahí estaba Nowaki, sentado en su cama, mirando hacia el suelo. Usaba la misma ropa desde la última vez que lo vi. Estaba llena de sangre, y su corbata estaba tirada en el piso. Después miré su rostro. Su cabello estaba despeinado, y en su ceja derecha habían suturas. Su pálido cuello tenía algunas heridas. Estaba en un estado deplorable. No resistí más, y el silencio que había se rompió con mis sollozos. A causa de mis lamentos Nowaki-san se dio cuenta de mi presencia. Levantó lentamente la cabeza y me miró.
  Sus ojos y los míos se habían encontrado. Por un momento sentí que había dejado de respirar, y fue cuando Nowaki se levantó y se acercó a las rejas. Yo, entre un mar de emociones, me acerqué también y puse mis manos en los soportes de hierro. Waki-san puso sus manos sobre las mías, y apretándolas fuertemente, habló.
–Creí que no te vería otra vez –dijo con voz apagada. Algo ronca también.
  Carraspeé para tratar de contener esos nudos que se habían formado en mi garganta.
–Sería lo más justo –expresé con crueldad.
–¿Lo más justo? –reiteró– Para ti quizá, porque para mí la muerte sería mejor que no verte de nuevo –replicó mirando fijamente mis pupilas.
  Sentía como mi sangre comenzaba a bombear con más velocidad. Al mirarlo, noté cómo sus pupilas se dilataban cada vez más.
–¿Por qué tuvimos que llegar a este extremo? –pregunté adolorido– ¿Por qué nunca me lo dijiste? Yo te habría entendido, Nowaki –dije, agitado.
–A través de mi vida nunca pude confiar en las personas. Nunca estoy seguro de lo que afirman decir. Siempre dudo sobre ellas y tengo poca confianza en mí mismo y en mis capacidades para generar un lazo duradero –da un suspiro largo–. Simplemente no quería perderte. Pero supongo que el remedio fue peor que la enfermedad...
–¿Todavía la amas? –pregunté con un nudo en la garganta.
–¿Amarla? ¿Yo? ¿De qué hablas, Misaki?
–¿Me consideras un juguete? Acaso... ¿te estás divirtiendo conmigo?
–¡Oye! ¿Por qué me acusas de esas cosas? –dijo sacando sus manos de las rejas, devolviéndose hacia la penumbra de su celda, entretanto se rascaba la cabeza– ¿Qué está pasando contigo? ¿Eh? Entiendo tu frustración porque te haya ocultado mi pasado, ¿pero ésto? ¡¡No te entiendo!! 
  Saqué la nota del bolsillo de mi camiseta.
–Mira –dije acercándolo con mi brazo extendido–, tu esposa me lo mandó –agregué mientras él lo recibía.
  Nowaki-san comenzó a leerlo. Durante el tiempo en que leyó, emitía una especie de gruñidos, como maldiciendo en voz baja.
–¡¡Esta perra está loca!! –exclamó rompiendo el papel– Misaki, no puedes creerle.
–En estos momentos no sé a quién creer –respondí mirándolo fijamente, entretanto movía la cabeza de izquierda a derecha.
  Nowaki hizo silencio durante unos segundos. Se veía pensativo. Miró al piso con expresión adolorida. Repentinamente me miró y preguntó:
–¿Quieres que dejemos esto hasta aquí? Si eso es lo que quieres, puedo hacerlo. Sólo te pido que si así lo quieres no intentes buscarme, porque de seguro ya no me encontrarás, al menos no vivo.
  Al escucharlo, mi cuerpo entero se estremeció. Sentí un escalofrío que recorrió hasta la más mínima parte de mí. Pestañeé un par de veces, y mientras mis ojos se llenaban de agua, me acerqué aún más a la celda.
–¡¡NUNCA DIRÍA ALGO ASÍ!! –grité asustado– Nunca intentes hacer algo así, ¿me oíste? ¡¡Nunca!!
  Al mirarlo, lo vi acercándose rápidamente. Sólo pude respirar una fracción de segundo, y continuación, sus labios estaban en los míos, besándose con pasión y frenesí  como si fuera la primera y última vez en que se unieran. Lo besé con todo mi ser. Disfruté sus labios como si fueran un exquisito afrodisíaco hecho especialmente para mí. Todo lo que quise, lo que quiero, y lo que querré, estaba ahí, frente mío. Aunque me duela aceptarlo, me he convertido en un miserable esclavo de Nowaki Hashimoto. En esos segundos, me olvidé de todo, y lo único que podía sentir era su saliva fusionar con la mía; nuestras lenguas bailando un vals ardiente.
  Entonces escuché las llaves del guardia abrir la puerta de la entrada. Nos separamos rápidamente, y con normal expresión, Nowaki volvió a su posición inicial, y yo, despidiéndome, me alejé sin más.
–Te amo –dijo Waki-san en voz baja mientras me alejaba.
–Yo también –contesté elevando ligeramente la voz, acercándome hacia la puerta que se abría.



PD: ¡Lamento la demora! Esto ha sido una increíble falta de respeto hacia todos mis lectores. Disculpen la desaparición tan repentina e injustificada que tuve. Tuve muchos problemas personales que no podía resolver. Ahora que están parcialmente resueltos, volví para continuar lo que dejé incompleto. ¡Gracias por ser tan pacientes! ¡Los estimo mucho!

sábado, 10 de marzo de 2012

Ai no tetsugaku Capítulo 26 2/2: “Alguien me está mirando”.

  Debo decir que Seúl me ha sorprendido. Es tan interesante todo lo que se puede encontrar aquí. Tienen muchas tradiciones bonitas. La gente es muy amable. Las calles están limpias y el tránsito es silencioso.
 Ruchia-sama me llevó a comprar muchas cosas. Comí mucho también. Estoy exhausto, pero feliz. Definitivamente Seúl es un buen destino para visitar.

–Areku-chan –dijo Ruchia mirando su reloj–, debo atender unos asuntos ahora. ¿Podrías irte al hotel?
–¿Irme? ¡No! Quiero ver más cosas. ¡La feria es increíble! –respondí ante tal deprimente noticia.
–Pero te perderás. ¡Y CHIHARU-SAN ME MATARÁ! –contestó entrando en pánico.
–¡Ruchia! ¡No tengo cinco años! –dije molesto a causa de su desconfianza– ¡Sé perfectamente cómo llegar!
  Ruchia-sama suspiró profundamente. Me miró por un par de segundos, y luego sacó algo que parecía un papel de su cartera.
–Por favor, llama al chofer –dijo entregándome un trozo de papel doblado–. ¿Lo harás?
–Sí, descuida –respondí con una sonrisa leve–. Vete tranquila.
  Ruchia me miró un poco menos preocupada, entretanto se alejaba casi corriendo. Me di vuelta y seguí adentrándome en la feria. Era inmensa. Me atrevería a decir que su largo era como de 7 kilómetros. ¡Eran cientos de puestos! Uno cada vez más interesante que el otro. Sin embargo, a cada paso que daba, sentía como si me estuvieran siguiendo. Cada vez se volvía más incómodo. Comencé a ponerme nervioso, y miraba hacia todos lados, tratando de buscar la razón por la que me sentía de esa forma. De pronto, siendo alguien detrás mío. Realmente me asusté en ése momento. Volteé muy nervioso, rogando a todos los santos para que no me sucediera nada malo.
–Hola –dijo la persona que se encontraba detrás mío.
  Media alrededor de dos metros. ¡Era muy alto! Su cabello era raro; parecía una peluca.
–Ho-hola...  –dije mirándolo con miedo.
–¿Eres japonés? –preguntó con una sonrisa.
  A decir verdad su sonrisa me pareció falsa. Sus dientes eran feos. Su cara poseía rasgos toscos. No era una persona agradable de mirar. De hecho su apariencia provocaba miedo, ya que parecía un bandido.
–...¿Cómo lo sabe? –pregunté sorprendido y a la vez, con el miedo duplicado.
–Tu acento te delata, muchacho –contestó mirándome, manteniendo la falsa sonrisa–. ¿Vives aquí?
  Comencé a asustarme más de lo que ya estaba.
–No... –contesté desconfiado hasta los huesos.
–Entonces eres un turista –dijo mirándome fijamente.
–Algo así –dije extremadamente nervioso.
–¿Podrías acompañarme a una tienda que está muy cerca de aquí? No conozco mucho este lugar, así que tu compañía me vendría de gran ayuda –dijo tomándome del brazo.
–¿Acompañarlo? –reiteré asustado– No. ¡Déjeme! –exclamé intentando hacerlo soltar mi brazo.
–Tranquilo, niño –dijo él mirándome. 
  Ésta vez, ya no sonreía. Más bien su cara expresaba nerviosismo.
–¡Le he dicho que me deje ir! ¡Soy un turista, no conozco Seúl! –decía cada vez más y más desesperado por alejarme de él.
–¡Tranquilo! –dijo apretando con mayor fuerza mi brazo.
  Ciertamente era un bandido. Me asusté a tal punto que sentía dolor estomacal. Él comenzó a caminar más rápido que antes. Y al parecer su intención era llevarme a cualquier otro lugar menos a una tienda.
  Estaba desesperado. Quería escapar de lo que parecía un secuestro. Entonces imaginé escenas de algunas películas de acción que había visto, en las que los personajes atacaban algún punto débil del enemigo para debilitarlo. No soy bueno en artes marciales ni nada por el estilo, así que opté por morderle la mano con todas mis fuerzas. Podía sentir como su piel era perforada.
–¡MALDITO BASTARDO! –gritó el sujeto soltándome bruscamente.
  Su mano sangraba. Aún así, comenzó a correr hacia mí. No sabía qué hacer ni hacia dónde ir. Habían muchas personas en la calle, pero ninguna hacia nada. Empecé a correr con mucho miedo. No quería mirar hacia atrás. Corría y corría hasta llegar a algún lugar donde me sintiera a salvo. Quería ir al hotel, pero no sabía dónde estaba. Quería llamar al chofer, pero no sabía dónde había una cabina telefónica. Entré en pánico. Corrí hacia la multitud de la feria, en dirección hacia la entrada. Esperaba perderlo entre la gente.
  De pronto choqué con alguien. Mis ojos estaban cerrados con tanta fuerza que no quería abrirlos. Tenía miedo. ¡De seguro era el mismo tipo!
 –¡AAAAAAAAAAAHHHHHH! –grité empujando a la persona, sin mirarla a los ojos.
–¡Arekusandā–exclamó la persona con la que choqué, agarrándome de ambos brazos.
–¡Suéltam...
  En seguida abrí mis ojos y miré a la persona con la que había chocado.
–¡CHIHARU! –exclamé aliviado– ¡Eres tú! –dije abrazándolo con los ojos llorosos.
–¿Qué sucede contigo? –preguntó mirándome desconcertado.
–¡¡Me sigue un hombre!! –respondí con el corazón acelerado.
–¡¿Qué?! –dijo mirándome alarmado– ¿Dónde diablos está Ruchia? –preguntó.
–¡No lo sé! Se fue. Dijo que tenía que irse por asuntos de ella –dije mirándolo a los ojos con temor.
–¡Le dije que se quedara contigo! –dijo enojado– ¡Maldita sea! ¡Le pedí que cuidara de ti y ni siquiera eso puede hacer bien!
–No te enojes con ella, Chisa-san –dije preocupado–. Es mi culpa.
–¿Qué? –dijo él con la mirada enfurecida.
–Me dijo que regresara al hotel, pero yo no quise. Ella insistió –decía apenado–, pero no le hice caso. Es mi culpa, Chisa-san. ¡Fui un idiota!
–¿Por qué no te fuiste al hotel? –preguntó sorprendido– ¡No conoces nada de aquí! ¿Cómo rayos se supone que podrías quedarte solo?
–Ya lo sé –dije triste–. Por favor, perdóname. ¡Todo ésto no hubiera sucedido si hubiera obedecido!
–Es verdad, Arekusandā –dijo mirándome enojado–. ¡Nunca más lo vuelvas a hacer! ¿Entendiste? ¡Si algo te pasa yo no sé qué será de mi vida!
  Ésas palabras bastaron para hacerme entender que antes de pensar en mí, tenía que pensar en Chisa-san.
–Pero quiero saber qué fue lo que te sucedió –dijo poniendo mis manos entre las suyas–. ¿Qué te pasó para que llegues así de asustado?
–No entiendo lo que sucedió. Yo... me sentía seguido. Y entonces apareció un hombre horrible que empezó a preguntarme muchas cosas. Me pidió que lo acompañara a una tienda pero yo no quería, entonces me tomó a la fuerza y no me soltaba. Me asusté demasiado. Mordí su mano y corrí con todas mis fuerzas –relaté con mis manos temblando.
  Chiharu parecía aún más asustado. Me rodeó con sus brazos y me abrazó, besando mi cabeza.
–Estás bien... eso es lo que importa –susurró abrazándome con fuerza.


  Chisa-san llamó al chofer para que nos llevara al hotel. 
 Entré a la habitación con una gran sensación de seguridad. Además, Chiharu ya no se iría más. Ambos nos acostamos en la cama, abrazados. Me dio un beso y luego de unos minutos se durmió. Creo estaba cansado. Aún así, su rostro se ve hermoso cuando duerme. Lo observé hipnotizado hasta quedar dormido...

domingo, 26 de febrero de 2012

Ai no tetsugaku - Capítulo 26 1/2: "Alguien me está mirando".

  Son las diez de la mañana, y por fin estamos en Corea. Estoy emocionado. Quiero visitar todos los lugares posibles junto a Chisa-san. No obstante, imagino que ésta no debe ser su primera vez en Seúl, así que de seguro seré una molestia.


  Cuando entramos a las tiendas del aeropuerto, encontré un sin fin de cosas referentes a los lugares turísticos. Chisa-san me compró una revista donde aparecen cada uno de los lugares con sus respectivas ubicaciones y formas de llegar.
–¡Mira, Chisa-san! –exclamé señalando una foto de la Mt. Namsan– ¡Increíble! Me gustaría visitarla. ¿No es hermosa? –comenté entusiasmado.
–No te emociones tanto, Arekusandā –dijo mirando la foto–. Primero observa bien cada página. Cuando tengas una lista de los lugares que más te gustaron, me lo entregas –dijo mirándome–. Yo me encargaré del resto.
  ¿Me llevará a visitarlos? ¡Qué bien! Pero... éso no es correcto. Chiharu vino por asuntos de trabajo. Y lo que menos necesita son distracciones.
–Oye... Chisa-san –dije.
–¿Qué? –dijo entretanto respondía una ficha.
–No creo que sea buena idea que yo quiera visitar lugares turísticos mientras que tú viniste por otras razones –dije cabizbajo, pensativo–. Además, tú quieres pagarlo todo, pero no quiero que gastes más dinero en tontos caprichos míos.
  Chiharu dio un largo suspiro mientras fruncía el ceño. Eso significa que está enojado.
–Arekusandā –dijo tomando mi barbilla con su cálida mano derecha–, ya te lo he dicho antes, y te lo diré las veces que sean necesarias: yo pagaría lo que fuera por ti. Entiéndelo de una vez –decía acercando su rostro lentamente–. No seas terco, y déjame hacerte feliz.
Mis ojos destellaban alegría al oírlo decir ésas palabras. Quería gritarle al mundo que amaba a Chiharu. Todavía me parece increíble todo esto. Él es tan surreal... ésto que estoy viviendo es tan surreal...
  No importa lo que pase, seguiré pensando que él no debería de gastar tanto en mí. Bueno, supongo que nunca entenderé la vida de un excéntrico pintor adinerado.

–¡CHIHARU! –se oyó exclamar a Ruchia, aparentemente desesperada.
–¡Qué ruidosa! –respondió Chisa-san con mirada de odio– ¿Por qué mejor no te compras un megáfono si lo que quieres es que tu molesta voz se escuche en todo el continente?
–¡Te necesitan urgente! –dijo con su celular en mano– Deben revisar unas ventas de tu última obra. ¡Por favor, no seas tonto y ve luego!
–¡Pero si acabo de llegar! –respondió enojado– Demonios, veo que ni siquiera podré descansar un poco de todo esto.  
–Areku-chan –dijo Ruchia-sama acercándose a mí–. Tú vienes conmigo –dijo con una sonrisa poco confiable.
–¿A dónde te lo llevarás? –interceptó Chiharu, tenso.
–¡Ay! No hay de qué preocuparse, Señor Enojón –respondió ella mirándolo despreocupada–. Lo llevaré al hotel para que deje su equipaje, y luego vamos a pasear por los alrededores. ¡Nos la pasaremos muy bien! ¿Verdad que sí, Areku-chan? –aseguró mirándome sonriente.
–Eh... sí –respondí aturdido, mirando a Chisa-san quien tenía una expresión desconcertada.
–Oye, te lo advierto, Ruchia, ten mucho cuidado con él –dijo mirándola fijamente–. Ya sabes que...
–¡Claro, Chiharu-san! –interrumpió ella haciendo gestos de despreocupación– ¡Ya vete! Me regañarán si sigues incumpliendo como siempre lo haces.
–Arekusandā –dijo Chiharu tocando mi cabeza con cariño–, por favor, cuídate –dijo sonando preocupado.
–Sí... lo haré –respondí mirándolo.
  Chisa-san se alejó a paso lento. Se notaba que no quería ir a ésa reunión. Sólo espero que le vaya bien.
  Ruchia-sama y yo nos fuimos en la van privada de Chiharu al hotel. Me preguntaba cómo es que había en Corea una van de Chisa-san. ¿Él vive aquí?
–Ruchia... –dije pensativo– ¿De dónde ha salido esta van? –pregunté realmente confundido.
–Chiharu-san y yo hemos venido muchas veces –respondió, mirándome con la típica sonrisa que la ha caracterizado desde siempre–. Como nos movemos de un lado a otro, decidimos contratar una van privada para ésos casos. Por eso es que apenas él llega a Japón, el chofer llega listo para llevarnos a cualquier parte.
–Ya veo... –dije sorprendido.
  Realmente Chisa-san tiene buena vida.


  Entramos al cuarto del hotel para dejar nuestro equipaje. No obstante, no era un hotel cualquiera. Era un hotel cinco estrellas. Claro. No creo que a Chiharu le guste pasar las noches en un hotel barato, sucio y descuidado. La habitación que Chisa-san escogió era bastante amplia. Tenía una vista privilegiada. En el baño había un jacuzzi, mientras que a un lado del lavabo estaba instalada una pequeña fuente que se prendía de color azul y verde magenta. El piso estaba alfombrado de un azul grisáceo. El cuarto era de un color blanco impecable. En las paredes se podían ver flores de Mugunghwa pintadas de color negro. Tengo entendido que es la flor nacional de Corea del Sur. En general todo era muy, muy bonito y elegante.
–Areku-chan –dijo Ruchia-sama–, ¿vamos? ¡La van nos espera! –dijo sonriente con una cámara fotográfica colgando del cuello y dos sombreros veraniegos en una bolsa– Me he tomado la molestia de comprarte un sombrero para que te cubras la cabeza del sol –dijo dándome uno.
–¡Gracias! –respondí agradecido. entretanto me lo ponía.
–Y... –dijo sacándose la cámara del cuello– te quiero prestar mi cámara para que tomes foto a lo que tú quieras –dijo entregándomela.
–Vaya... ¡muchas gracias! –dije sonriendo.
–Bueno, vámonos ya –reiteró ella abriendo la puerta de la habitación.
  Salimos del hotel y subimos a la van. Ruchia-sama le pidió al chofer que nos llevara a una feria. 
  ¡Qué emoción! No puedo esperar a llegar.

martes, 21 de febrero de 2012

Riko-tekina ai no tetsugaku - Capítulo 25 2/2: "No busques un culpable. Busca una solución".

–Misaki –dijo Hikaru-sama–, ya llegamos. Si quieres puedes dejar tu abrigo en el carro. Ésta parte de la ciudad posee una temperatura más alta; es probable que te acalores si lo usas –dijo apagando el auto.
–Sí –dije sacándomelo–. Gracias.
  Bajé del auto con cansancio. Me dolían las piernas y el cuello. Ojalá que tenga un buen asiento cómodo para sentarme, porque realmente lo necesito.
  Caminamos hacia la entrada. No era una casa extravagante. De hecho, me pareció muy simple como para ser de él. Porque Hikaru-sama tiene dinero. Y mucho. Tanto que es una fortuna. 
–¿Ésta es tu casa? –pregunté sorprendido.
–Más o menos –contestó sacando las llaves–. Fue la primera casa que mi padre compró. Aquí jugábamos Nowaki y yo cuando éramos niños –dijo mirándome con una sonrisa nostálgica.
–¿Nowaki vivió contigo? –pregunté inquieto.
  Estaba en las tierras donde el pequeño Nowaki se paseaba... Me causaba cierta tristeza al imaginarlo cuando era niño.
–Bueno, no es que él vivía conmigo –respondió abriendo la puerta, cuya estructura parecía de una construcción gótica–, sino que sus padres viajaban mucho, por lo tanto lo dejaban aquí. Aparte mi mamá y mi papá son padrinos de Nowaki.
  Era muy extraño para mí escuchar sobre su familia, ya que Nowaki nunca me habló de ella.
–Pasa –ordenó Hikaru-sama.
–Gracias –respondí entrando.
  El piso era de madera. Cada vez que daba un paso, sonaba como si fuera a quebrarse. Las paredes estaban llenas de cuadros y fotografías en blanco y negro. 
–¿Quieres café o té? –preguntó soltándose la corbata.
–Eh... ¿agua? –propuse apenado– No tengo ganas de tomar nada fuerte.
–Sí, claro. Ahora mismo te traigo un vaso de agua. Aprovecharé para llamar a Nori –respondió yendo hacia la cocina que a simple vista parecía más amplia que la sala de estar.
–Sí. Gracias –contesté.
  Entre las fotografías que colgaban de la pared había una donde estaban dos niños con un perro grande. Me levanté y cuidadosamente acerqué mi rostro a ella. Permanecí bastante tiempo contemplándola con curiosidad.
–No cabe duda de que yo era muy lindo de pequeño, ¿verdad? –comentó Hikaru-sama con una risa, parado detrás mío.
  Me asustó su silenciosa presencia.
–¿Eres tú el chico de cabello negro? –pregunté impresionado.
–En realidad mi cabello era color café oscuro –corrigió sonriendo–. Con el tiempo se puso más claro.
–¡Increíble! –exclamé–. Pero, Hikaru-sama... ¿quién es el niño que está a la izquierda?
–¿El que abraza al perro? –dijo acercándose–. Ah. Ése es Nowaki.
–¿Nowaki? –reiteré conmocionado.
–Sí –respondió Hikaru sacando la foto de la pared–. Ésta foto la tomó nuestro abuelo... –comentó mirándola– Nowaki lo quería mucho.
–¿Murió? –pregunté.
–Cuando Nowaki estaba en su graduación de la universidad, al abuelo lo llevaron de urgencia al hospital –respondió suspirando–. Lo mantuvieron una semana internado –decía caminando hacia el sofá mayor de la sala–, pero luego le detectaron cáncer en los pulmones. Estuvo muy enfermo durante varias semanas. Nowaki se quedaba con él todas las noches. Recuerdo que mi primo perdió mucho peso. Su rostro ganó un aspecto cansado y siempre estaba preocupado por el abuelo –decía mirándome con pena–. Una noche el abuelo fue llevado a pabellón de emergencia. Estuvieron ahí adentro casi seis horas, pero él no aguantó más, y falleció.
  Me sentía muy mal con esa historia. Nowaki era muy apegado a su abuelo, y que de la noche a la mañana se ponga en estado crítico, debió de haber sido difícil.
–Dices que se puso mal cuando Nowaki se estaba recibiendo en la universidad, ¿verdad? –dije meditando.
–Sí –contestó.
–Qué horrible... Una alegría es apagada por una tristeza.
–Sí, lo es –concordó conmigo–. A pesar de que sacó el primer lugar de entre los alumnos con mejor rendimiento, nada lo pudo alegrar. Nowaki estuvo deprimido por mucho tiempo. 
  No imagino cómo debió de ser ése duro momento. Me da mucha pena.
–Oye, Misaki –dijo Hikaru-sama volviendo la foto a su lugar–, quiero contarte algunas cosas sobre la vida de Nowaki-kun –propuso regresando a su asiento.
–Sí... –dije sentándome a su lado.
  No sabía si estaba listo o no, pero no tenía más opción que escucharlo atentamente.
–Misaki... Nowaki nunca fue un niño feliz –comenzó diciendo–. Sus padres le compraban de todo. Desde jugueterías completas hasta el aparato electrónico de última generación. Pero jamás le dieron lo que él siempre anhelaba, lo cual era cariño y atención por parte de ellos. Nowaki es hijo único –dijo girándose hacia mí–, y como sus papás eran muy protectores, no lo dejaban salir de casa. Todos los días lo veía encerrado en su cuarto, escribiendo o leyendo. Podríamos decir que era básicamente lo único que sabía hacer, puesto que él tenía un mayordomo que lo vestía, sirvientas que lo atendían y un guarda espaldas que no lo dejaba salir a la calle ni jugar con otros niños de "baja categoría". Los pocos amigos que tenía era jóvenes mayores que él, y obviamente la diferencia de edad no le permitía compartir las mismas opiniones e ideas. Su casa poseía una inmensa habitación que más bien era como una biblioteca. Ahí era donde Nowaki pasaba todas las tardes de su infancia, leyendo y leyendo. Cuando sus padres volvían de viajes, él iba tras ellos para abrazarlos o para contarles cómo le había ido en la escuela. Sin embargo, ellos nunca estaban dispuestos a escucharlo. Siempre ponían excusas para evadir a su solitario hijo –decía pensativo–. Y las veces en las que nos veíamos, eran las únicas veces cuando él sonreía. Bueno, aparte de cuando leía.
  Vaya... Nowaki fue muy solo... Estoy triste por él.
–No sé qué decir, Hikaru-sama. Me parece tan injusta toda esa situación –comenté entristecido.
Lo sé, Misaki. Te entiendo –dijo–. Además, su personalidad se volvió cada día más tímida y amarga. Habían momentos en los que no sabía cómo acercarme a él, porque sufría de cambios de humor muy drásticos. 
–¿Nunca le dieron ayuda psicológica? 
–¿Para luego llevarlo al psicólogo? ¡No! Esas basuras son para hacer al doctor más rico –respondió enojado–. Me molesta que hayan abandonado a Nowaki de ésa forma tan cruel. Habían momentos en los que Nowaki me abrazaba y se ponía a llorar. Su soledad era más de lo que él podía soportar. 
–¿Y su relación con ellos actualmente? –pregunté curioso– Nowaki nunca me habló nada de ellos.
–Está resentido, Misaki –aclaró Hikaru-sama–. De vez en cuando se llaman. No obstante, hace mucho que no se comunican. 
–Y... sobre su esposa... –dije intentando saber sobre ése tema en especial.
  No aguantaba más por saber la verdad.
–Como te decía, Nowaki siempre estuvo alejado de todo y de todos. La universidad a la que asistió era exclusiva para alumnos hombres provenientes de familias adineradas e influyentes. Durante el tiempo en que estudió ahí, descubrió su... digamos "dote especial" –dijo mirándome–. Cuando salió se deprimió mucho por la muerte del abuelo. Luego de un año, Nowaki seguía en su residencia de siempre, puesto que no quería trabajar aún. Viendo la situación, su padre le presenta a Jerika Danji, quien resultó su esposa. Sin embargo, Nowaki no la quería. Sólo la aceptó porque quería agradar a sus padres para ver si de esa forma lograba alguna muestra de afecto por parte de ellos. Pero no fue así.
–¿Se casó por culpa de su padre? –pregunté inquieto.
–Así es –contestó Hikaru-sama–. Y como te conté antes, luego de que la descubrió tomando pastillas para controlar su enfermedad, decidió abandonarla, intentando usar la situación como pretexto para alejarse de ella. Él nunca la quiso. Siempre me decía que no soportaba su personalidad explosiva y superficial.
–¿Y por qué siguen juntos?
–Jerika estaba obsesionada con Nowaki. No lo quiso dejar, y entonces decidió abandonar Japón para evitar que él la encontrara para pedirle el divorcio. El padre de Nowaki está enterado, y lo apoyó desde el primer momento. No podían dar con su paradero hasta hace unas semanas que ella volvió. Por eso Nowaki sigue casado con ella. No pudo hacer nada para separarse. Él no te dijo nada porque tiene poca seguridad en sí mismo, y temía perderte –aclaró mirándome a los ojos–. Misaki, entiéndelo, por favor. Él te adora y no quiere alejarse de ti. Por eso el ocultó todo.
Una vez más no sé qué decir... –dije desconcertado y conmovido–Creo que ahora mi punto de vista ha cambiado.
–¿Ves? –dijo con una sonrisa– No busques más un culpable. Busca una solución, Misaki.
–Lo haré, Hikaru-sama –respondí mirándolo–. Gracias por decírmelo.
–No. Gracias a ti por haber llegado a la vida de mi primo –dijo sonriente–. Desde que te conoció, su vida y manera de mirar las cosas ha cambiado mucho.
  Creo que hablé mucho antes de saber lo suficiente... Necesito arreglar este problema. Ahora.