martes, 21 de febrero de 2012

Riko-tekina ai no tetsugaku - Capítulo 25 2/2: "No busques un culpable. Busca una solución".

–Misaki –dijo Hikaru-sama–, ya llegamos. Si quieres puedes dejar tu abrigo en el carro. Ésta parte de la ciudad posee una temperatura más alta; es probable que te acalores si lo usas –dijo apagando el auto.
–Sí –dije sacándomelo–. Gracias.
  Bajé del auto con cansancio. Me dolían las piernas y el cuello. Ojalá que tenga un buen asiento cómodo para sentarme, porque realmente lo necesito.
  Caminamos hacia la entrada. No era una casa extravagante. De hecho, me pareció muy simple como para ser de él. Porque Hikaru-sama tiene dinero. Y mucho. Tanto que es una fortuna. 
–¿Ésta es tu casa? –pregunté sorprendido.
–Más o menos –contestó sacando las llaves–. Fue la primera casa que mi padre compró. Aquí jugábamos Nowaki y yo cuando éramos niños –dijo mirándome con una sonrisa nostálgica.
–¿Nowaki vivió contigo? –pregunté inquieto.
  Estaba en las tierras donde el pequeño Nowaki se paseaba... Me causaba cierta tristeza al imaginarlo cuando era niño.
–Bueno, no es que él vivía conmigo –respondió abriendo la puerta, cuya estructura parecía de una construcción gótica–, sino que sus padres viajaban mucho, por lo tanto lo dejaban aquí. Aparte mi mamá y mi papá son padrinos de Nowaki.
  Era muy extraño para mí escuchar sobre su familia, ya que Nowaki nunca me habló de ella.
–Pasa –ordenó Hikaru-sama.
–Gracias –respondí entrando.
  El piso era de madera. Cada vez que daba un paso, sonaba como si fuera a quebrarse. Las paredes estaban llenas de cuadros y fotografías en blanco y negro. 
–¿Quieres café o té? –preguntó soltándose la corbata.
–Eh... ¿agua? –propuse apenado– No tengo ganas de tomar nada fuerte.
–Sí, claro. Ahora mismo te traigo un vaso de agua. Aprovecharé para llamar a Nori –respondió yendo hacia la cocina que a simple vista parecía más amplia que la sala de estar.
–Sí. Gracias –contesté.
  Entre las fotografías que colgaban de la pared había una donde estaban dos niños con un perro grande. Me levanté y cuidadosamente acerqué mi rostro a ella. Permanecí bastante tiempo contemplándola con curiosidad.
–No cabe duda de que yo era muy lindo de pequeño, ¿verdad? –comentó Hikaru-sama con una risa, parado detrás mío.
  Me asustó su silenciosa presencia.
–¿Eres tú el chico de cabello negro? –pregunté impresionado.
–En realidad mi cabello era color café oscuro –corrigió sonriendo–. Con el tiempo se puso más claro.
–¡Increíble! –exclamé–. Pero, Hikaru-sama... ¿quién es el niño que está a la izquierda?
–¿El que abraza al perro? –dijo acercándose–. Ah. Ése es Nowaki.
–¿Nowaki? –reiteré conmocionado.
–Sí –respondió Hikaru sacando la foto de la pared–. Ésta foto la tomó nuestro abuelo... –comentó mirándola– Nowaki lo quería mucho.
–¿Murió? –pregunté.
–Cuando Nowaki estaba en su graduación de la universidad, al abuelo lo llevaron de urgencia al hospital –respondió suspirando–. Lo mantuvieron una semana internado –decía caminando hacia el sofá mayor de la sala–, pero luego le detectaron cáncer en los pulmones. Estuvo muy enfermo durante varias semanas. Nowaki se quedaba con él todas las noches. Recuerdo que mi primo perdió mucho peso. Su rostro ganó un aspecto cansado y siempre estaba preocupado por el abuelo –decía mirándome con pena–. Una noche el abuelo fue llevado a pabellón de emergencia. Estuvieron ahí adentro casi seis horas, pero él no aguantó más, y falleció.
  Me sentía muy mal con esa historia. Nowaki era muy apegado a su abuelo, y que de la noche a la mañana se ponga en estado crítico, debió de haber sido difícil.
–Dices que se puso mal cuando Nowaki se estaba recibiendo en la universidad, ¿verdad? –dije meditando.
–Sí –contestó.
–Qué horrible... Una alegría es apagada por una tristeza.
–Sí, lo es –concordó conmigo–. A pesar de que sacó el primer lugar de entre los alumnos con mejor rendimiento, nada lo pudo alegrar. Nowaki estuvo deprimido por mucho tiempo. 
  No imagino cómo debió de ser ése duro momento. Me da mucha pena.
–Oye, Misaki –dijo Hikaru-sama volviendo la foto a su lugar–, quiero contarte algunas cosas sobre la vida de Nowaki-kun –propuso regresando a su asiento.
–Sí... –dije sentándome a su lado.
  No sabía si estaba listo o no, pero no tenía más opción que escucharlo atentamente.
–Misaki... Nowaki nunca fue un niño feliz –comenzó diciendo–. Sus padres le compraban de todo. Desde jugueterías completas hasta el aparato electrónico de última generación. Pero jamás le dieron lo que él siempre anhelaba, lo cual era cariño y atención por parte de ellos. Nowaki es hijo único –dijo girándose hacia mí–, y como sus papás eran muy protectores, no lo dejaban salir de casa. Todos los días lo veía encerrado en su cuarto, escribiendo o leyendo. Podríamos decir que era básicamente lo único que sabía hacer, puesto que él tenía un mayordomo que lo vestía, sirvientas que lo atendían y un guarda espaldas que no lo dejaba salir a la calle ni jugar con otros niños de "baja categoría". Los pocos amigos que tenía era jóvenes mayores que él, y obviamente la diferencia de edad no le permitía compartir las mismas opiniones e ideas. Su casa poseía una inmensa habitación que más bien era como una biblioteca. Ahí era donde Nowaki pasaba todas las tardes de su infancia, leyendo y leyendo. Cuando sus padres volvían de viajes, él iba tras ellos para abrazarlos o para contarles cómo le había ido en la escuela. Sin embargo, ellos nunca estaban dispuestos a escucharlo. Siempre ponían excusas para evadir a su solitario hijo –decía pensativo–. Y las veces en las que nos veíamos, eran las únicas veces cuando él sonreía. Bueno, aparte de cuando leía.
  Vaya... Nowaki fue muy solo... Estoy triste por él.
–No sé qué decir, Hikaru-sama. Me parece tan injusta toda esa situación –comenté entristecido.
Lo sé, Misaki. Te entiendo –dijo–. Además, su personalidad se volvió cada día más tímida y amarga. Habían momentos en los que no sabía cómo acercarme a él, porque sufría de cambios de humor muy drásticos. 
–¿Nunca le dieron ayuda psicológica? 
–¿Para luego llevarlo al psicólogo? ¡No! Esas basuras son para hacer al doctor más rico –respondió enojado–. Me molesta que hayan abandonado a Nowaki de ésa forma tan cruel. Habían momentos en los que Nowaki me abrazaba y se ponía a llorar. Su soledad era más de lo que él podía soportar. 
–¿Y su relación con ellos actualmente? –pregunté curioso– Nowaki nunca me habló nada de ellos.
–Está resentido, Misaki –aclaró Hikaru-sama–. De vez en cuando se llaman. No obstante, hace mucho que no se comunican. 
–Y... sobre su esposa... –dije intentando saber sobre ése tema en especial.
  No aguantaba más por saber la verdad.
–Como te decía, Nowaki siempre estuvo alejado de todo y de todos. La universidad a la que asistió era exclusiva para alumnos hombres provenientes de familias adineradas e influyentes. Durante el tiempo en que estudió ahí, descubrió su... digamos "dote especial" –dijo mirándome–. Cuando salió se deprimió mucho por la muerte del abuelo. Luego de un año, Nowaki seguía en su residencia de siempre, puesto que no quería trabajar aún. Viendo la situación, su padre le presenta a Jerika Danji, quien resultó su esposa. Sin embargo, Nowaki no la quería. Sólo la aceptó porque quería agradar a sus padres para ver si de esa forma lograba alguna muestra de afecto por parte de ellos. Pero no fue así.
–¿Se casó por culpa de su padre? –pregunté inquieto.
–Así es –contestó Hikaru-sama–. Y como te conté antes, luego de que la descubrió tomando pastillas para controlar su enfermedad, decidió abandonarla, intentando usar la situación como pretexto para alejarse de ella. Él nunca la quiso. Siempre me decía que no soportaba su personalidad explosiva y superficial.
–¿Y por qué siguen juntos?
–Jerika estaba obsesionada con Nowaki. No lo quiso dejar, y entonces decidió abandonar Japón para evitar que él la encontrara para pedirle el divorcio. El padre de Nowaki está enterado, y lo apoyó desde el primer momento. No podían dar con su paradero hasta hace unas semanas que ella volvió. Por eso Nowaki sigue casado con ella. No pudo hacer nada para separarse. Él no te dijo nada porque tiene poca seguridad en sí mismo, y temía perderte –aclaró mirándome a los ojos–. Misaki, entiéndelo, por favor. Él te adora y no quiere alejarse de ti. Por eso el ocultó todo.
Una vez más no sé qué decir... –dije desconcertado y conmovido–Creo que ahora mi punto de vista ha cambiado.
–¿Ves? –dijo con una sonrisa– No busques más un culpable. Busca una solución, Misaki.
–Lo haré, Hikaru-sama –respondí mirándolo–. Gracias por decírmelo.
–No. Gracias a ti por haber llegado a la vida de mi primo –dijo sonriente–. Desde que te conoció, su vida y manera de mirar las cosas ha cambiado mucho.
  Creo que hablé mucho antes de saber lo suficiente... Necesito arreglar este problema. Ahora.

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