sábado, 18 de febrero de 2012

Ai no tetsugaku - Capítulo 24: "Mi primera vez... fuera de Japón".

–¡Hola! –exclamó una voz que realmente no quería oír en ése instante.
–¿Ruchia-san...? –dije con sueño.
  Efectivamente era ella. Sus ojos me miraban fijamente, llegando a intimidarme un poco.
–¿Dónde está Chisa-san? –pregunté mirando a mi derecha. Chiharu no estaba.
–¿Chiharu-san? –dijo ella– Fue al baño. ¡No te preocupes, Arekusandā-kun! Ya viene –exclamó con su típica sonrisa amable.
  Se me había olvidado un pequeño detalle: Chisa-san es adicto al higiene. Todos los días se baña. Y si es posible, lo hace dos veces en menos de 24 horas. ¡Es una enfermedad! Aunque reconozco que es bastante agradable estar cerca suyo. Su cabello y piel destilan un agradable olor a limpieza constantemente.
  Chiharu regresa del baño.
–Arekusandā  –dijo–, ¿quieres comer algo? 
–¿Puedo...? –respondí sorprendido. Más bien me preguntaba: "¿debo?". 
  Tengo entendido que la comida que ofrecen en esta parte del avión es muy diferente a la de los demás pasajeros. Y por ende, es obvio que costará mucho más.
–¿Por qué lo dices? –preguntó él.
–Bueno... es que... –dije pensativo.
–¡No seas modesto, Areku-chan! –exclamó Ruchia, nuevamente girando hacía nosotros– ¡Disfruta de la comida! ¡Es realmente deliciosa! –dijo sonriendo.
  No sabía qué decir. No quería sonar como un aprovechado.
–Hay cuatro opciones de desayuno –dijo Chisa-san acercándome una carta–. Escoge uno.
–¿Cuatro...? –reiteré hambriento, entretanto miraba cada uno de los desayunos disponibles– ¡¿30.000 YENES?! ¡¿ESTA COMIDA ES TRAÍDA DESDE MARTE O QUÉ?! –exclamé petrificado. 
  ¡Todas las comidas eran extremadamente caras! Sería capaz de evitar comer con tal de hacer que Chisa-san no gaste tanto dinero en un simple desayuno...
–¿Y bien? –dijo Chiharu.
–No sé qué escoger –respondí apenado.
–¿Por qué no? –preguntó Ruchia-san.
–Es que todo es muy caro. No quiero que Chisa-san gaste tanto por mi culpa –repliqué cabizbajo.
–Yo pagaría el precio que fuera a cambio de tu bienestar –respondió Chiharu acariciando mi mano.
  Mi cara se puso del color de una fresa. Me da vergüenza cuando dice ése tipo de cosas.
–¡Ah! ¡Qué lindo! –exclamó Ruchia-san– ¡Hacen tan bonita pareja los dos! ¡Se nota que se quieren! –dijo con una mirada morbosa. 
  Su comentario hizo que me sonrojara. Chisa-san dio un suspiro y miró con desprecio a Ruchia. Una de las cosas que menos le gustaban eran que dijeran cosas cursis sobre él. Sin embargo, recuerdo haberle dicho algunas cosas de ese estilo pero nunca me dijo nada. ¿Por qué será...?
–Eh... Chisa-san, no conozco ninguno de éstos platos. ¿Podrías ordenar el desayuno por mí? –propuse avergonzado de mi ignorancia– Tú sabes más sobre éste tipo de comidas que yo.
  Chiharu asintió con una leve sonrisa. A continuación, se dio vuelta hacia una azafata y le hizo una seña con la mano.
–¿Qué necesita, señor? –preguntó la mujer entretanto miraba a Chisa-san de forma coqueta.
  Yo diría más bien de forma ofrecida. Sólo faltaba un cartel que dijera cuánto paga por sus "servicios".
–Señorita, quiero ordenar dos desayunos –respondió Chiharu–. Uno será el plato número dos, y el otro será el número uno.
Sí, señor. Sus deseos son órdenes –dijo la azafata con una sonrisita estúpida mientras tanto se alejaba.
  Ruchia-san tenía razón al decir que Chisa-san dejaba a todas las mujeres del continente asiático locas por él.


~

  El desayuno tardó en llegar aproximadamente quince minutos, el cual trajeron acompañado de una taza de té caliente.
  Chiharu y yo comimos muy bien. Además, nunca antes había desayunado al lado de una ventana que dejaba ver un paisaje único como lo es el cielo. Algo que era normal para Chisa-san, para mí era la experiencia más mágica de todas. 

~

Señores pasajeros, estamos próximos a aterrizar en el aeropuerto de Seúl. Por favor, mantenga sus cinturones de seguridad abrochados hasta que se autorice su retiro. Gracias.

  ¡Ya llegamos! Estoy tan entusiasmado. Nunca antes había salido de Japón, hasta ahora. Lo único extranjero que había conocido eran las hamburguesas y el idioma inglés... ¡Qué emoción!

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