domingo, 29 de enero de 2012

Ai no tetsugaku - Capítulo 21 1/2: "Mi novio es tu ídolo".


–¡Buenos días, Maikeru-sempai! –exclamé entrando a mi oficina.
–Buenos días, Areku-chan –contestó Maikeru, sonriente–. ¿Cómo estás?
–Muy bien, Sempai –dije alegre–. Gracias.
  Entré a mi oficina y cerré la puerta. Hacía mucho tiempo que no venía. Desde el accidente con Hiroshi y todo ese asunto estuve en tratamientos y recuperándome de traumas en los huesos. Pero, gracias a Dios, estoy de vuelta.
  Miré a mi alrededor. Examiné cada esquina. Abrí mi correo y revisé cada mensaje. Quería asegurarme de que no había rastro de Hiro-san por ninguna parte.
  De pronto, tocan la puerta de la oficina.
–Adelante.
–Arekusandā-kun –dijo la secretaria–, ¿me permite sus llaves, por favor? 
–Sí, claro, pero ¿para qué?
–Mientras estuvo ausente, se construyó un nuevo laboratorio de idiomas. Como es lógico, necesita de una llave para entrar. Por eso las necesito.
–Oh, de acuerdo –respondí.
  Abrí la gaveta de mi escritorio y saqué las llaves. Sin embargo, un pedazo de papel en particular llamó mi atención. Estaba enrollado y amarrado con una cinta roja. Lo saqué junto con las llaves y me puse a examinarlo.
–Disculpe, señor...
–¿Sí?
–Las llaves –dijo sonriendo.
–¡Oh! Sí, sí. Disculpe –dije entregándolas.
Gracias –replicó, retirándose.
  Me interesó tanto ese pedazo de papel. Decidí abrirlo con gran curiosidad. Su interior decía: "¿Pasándolo bien? Pues disfrútalo, muchacho, porque poco te queda. Atte: Anónimo". Dios mío, ¿será Hiroshi? No, no, no, no... ¡Imposible! Por favor, no... ¡Sería mi peor pesadilla! Cogí el teléfono y le marqué a Chiharu. 

–¿Chisa? 
–Muñeco –respondió Chisa-kun al teléfono.
–No vas a creer lo que acabo de encontrar en mi oficina.
¿Qué es?
–Un papel que decía: "¿Pasándolo bien? Pues disfrútalo, muchacho, porque poco te queda", de "Anónimo".
–...¿Sospechas de alguien? –preguntó Chiharu con voz tensa.
–Sí... –respondí pensativo.
–¿Quién?
–Hiroshi.
–Mi amor, no empieces. 
–¿Qué? A lo mejor anda vivo por ahí, buscando la oportunidad perfecta para secuestrarme nuevamente.
–Areku, iremos a Corea. ¿Recuerdas? Aprovechemos la oportunidad de pasar tiempo juntos, sin miedos. Nadie te seguirá hasta Corea. 
–¡Es cierto! –exclamé entusiasmado–. Por poco lo olvidaba. ¿Cuándo es, amor? ¿Mañana?
Sí. Prepárate. Llegaré más temprano de lo habitual. Te amo.
–Está bien. Te amo –respondí.
–Adiós, muñeco.
Adiós, Chisa-kun.
  Sin embargo, colgué el teléfono con miedo. Sentía que Hiroshi podría estar a la vuelta de la esquina con una cierra eléctrica y una máscara ensangrentada esperando para cortarme en pedacitos para luego meterlos en una bolsa y tirarme al río. ¡Ahhhhhhh! ¡Esto me angustia tanto! No veo la hora de irme a Seúl con Chiharu. Estoy seguro que me servirá mucho.


  Luego de una irritante jornada, llena de estudiantes indisciplinados, y estrés por montón, quise pasar a comprar un par de barras de chocolate rellenas de crema de maní, puesto que son las favoritas de Chiharu. La tienda estaba más llena que de costumbre. Y lo que es menos habitual, habían pequeños grupos de niñas gritando extasiadas.
–¡YA SALIÓ, YA SALIÓ! –gritaba la más pequeña.
–¡Dios mío, no puede ser! –exclamaba una mujer, la cual aparentaba tener alrededor de treinta años. 
–¿Qué es todo esto...? –me pregunté con voz baja mientras caminaba hacia el mostrador–. Buenas tardes. ¿Tiene barritas de chocolate de crema de maní? –pregunté sacando la billetera.
–¡Claro que sí, señor! –respondió el cajero, quien estaba agachado, aparentemente recogiendo algo.
–Gracias... –decía mirándolo.
  Estuvo ahí agachado alrededor de diez minutos. Poco faltó para que me quejara.
–Perdón por la demora –dijo el cajero, levantando la cabeza –, ahora mismo le entrego su pedido.
–¿IGUNASHIO-SEMPAI? –dije sorprendido. Miré al cajero, y era mi mejor amigo. No lograba entender qué hacía trabajando en una tienda de confitería–. ¿Qué pasó, Sempai? ¿No entraste a trabajar?
–¡Por supuesto que sí entré, Sempai! –respondió Igunashio, sonriente–. Es solo que, estoy reemplazando a mi primo. Se lastimó una pierna y teme perder el puesto. Me pidió de favor que lo cubriera, y pues, accedí. Será sólo por una semana. Además, me dieron vacaciones por catorce días. 
–Entiendo... –respondí con una leve sonrisa–. Espera, ¿te dieron vacaciones por catorce días? –pregunté confundido.
–Sí –respondió–. Bueno, no exactamente. Sucede que están arreglando la infraestructura, y demoran en terminar los arreglos aproximadamente diez días. Por eso nos mandaron a casa.
–Ah, es por eso. Ahora entiendo –contesté, sonriendo levemente. 
–¿Y tú? ¿Qué me cuentas de tu academia? Me enteré que te desapareciste de ahí por un buen tiempo –preguntó con voz curiosa.
Eh... sí. Estuve ausente por dos meses.
¿Por qué? –preguntó, luciendo algo preocupado.
–Tuve unos inconvenientes personales. Nada importante... –respondí, mintiendo descaradamente.
  ¡No voy a hablar del tema con nadie! Es demasiado escandaloso como para contarlo. A pesar de que es mi mejor amigo. Quizás deba contarle, pero no aún.
Lo bueno es que estás de vuelta –comentó despreocupado–. Sin embargo, tengo una gran duda...
–¿Qué es? –pregunté.
–¿Todavía vives con... él? –preguntó de forma quisquillosa.
–¿Quién? –dije, haciéndome el tonto.
–¡Ay! Ya sabes –dijo emocionado–. ¡Chiharu Takemura!
–¿Por qué te interesa saberlo? –pregunté un poco molesto.
–Areku-chan, eres mi mejor amigo. ¡Todo lo que suceda contigo me interesa! Sobretodo cuando hablamos de Chiharu Takemura... ¡Él es el mejor!
–¿Eres su fan?
–Quién no –respondió sonriente–. Venga ya, contesta mi pregunta –insistió.
–Está bien. Sí, todavía –contesté con pesadez.
–¡Wow! Me imagino que de todo ha pasado, eh –interpretó con una risita bastante molesta.
–Sí, es cierto. Han pasado muchas cosas –admití con un suspiro agotado.
–¡Qué emocionante! –dijo, quitándose la gorra–. Oye y... ¿encontraste a tu media naranja? Todas las chicas de la Universidad se derretían por ti. ¿Te acuerdas? ¡Incluso las moscas suspiraban por ti! –dijo riendo.
No exageres –respondí, riéndome del asunto–. Pues... sí. Conseguí a alguien.
  Aquí vamos. No sé cómo decírselo. Aunque lo más probable es que reaccione bien.
–¡¿Quién es?! –preguntó muy interesado, como siempre.
  No quiero decirlo. Es decir, no es que me avergüence de Chiharu... es solo que no encuentro la forma de hablarle del tema.
–Es...
–¡Ya, dilo! –exclamó Sempai con desespero.
–Es Chiharu –respondí en voz baja.
–¿Chiharu... Takemura? –reiteró con la boca abierta.
–Sí... –repliqué un poco incómodo.
–Entonces eres gay... –intuyó Igunashio.
–¡Claro que no!
–Oh, vamos, ¿entonces qué eres? Acéptalo.
–Basta.
–Está bien. Oye, ¿puedo conocerlo? Digo, no es que me esté muriendo por obtener un autógrafo suyo ya que es mi ídolo, sino que algún tipo de relación debemos tener ahora que se ha convertido en tu novio  excusó Igunashio. Nunca fue bueno para mentir, y esto lo confirma.
–¿Ahora? –pregunté, pensando en Chiharu. Estoy seguro que rechazará toda propuesta de visitas.
–¡Sí! ...Es decir, si puedes.
–¿Puedo hacer una llamada, en privado? –pregunté sacando mi celular.
–Sí, sí. Seguro –respondió ansioso–. Iré a cobrar unas cosas.
–Sí. Gracias –contesté.
  Salí de la tienda, y marqué al celular de Chisa-kun. Realmente recibir visitas no es lo mío. Pero como es mi mejor amigo, no se lo puedo negar. Además, hace mucho que no nos juntamos como antes. Quizás esta sea una buena oportunidad para volver a hacerlo y, para que conozca a Chiharu.
–¿Qué pasa, Areku? –contestó Chisa.
–Oye, amor, me encontré con un buen amigo, y... tiene ganas de hablar.
–Pues hablen. No creo que esa sea una acción que necesite de mucho trámite.
–No, no. Me refiero a que quiere hablar conmigo, pero en casa. Tiene ganas de visitarme. Ahora.
–¿Quiere venir? –preguntó.
–Sí. Escucha, intenté evadir cualquier tipo de visita pero él insistió y...
–No hay problema. Puede venir.
–¿En serio? –respondí incrédulo. Es muy difícil que Chiharu acepte visitas de sus amigos. Y que acepte la visita de un desconocido, es realmente impresionante.
–Sí, muñeco. Es más, no hace falta preguntarme. Sabes que mi casa es tu casa también. Por lo tanto, puedes traer a quien quieras –dijo con voz tranquila–. Bueno, no hay ningún inconveniente mientras no intente tocarte.
–Ah, claro que no –contesté, sonrojado.
–Los veré entonces –se despidió Chisa-kun–. Te amo.
–Te amo –respondí cortando.


  Entré a la tienda y esperé a Igunashio. Mientras esperaba, nuevamente vi el grupo de personas anterior, esta vez fuera de la confitería, gritando y besando una revista. No logro comprender qué es todo eso. Luego de una sesión de intensos gritos, las mujeres se alejaron.
  E Igunashio volvió.
–¿Y? –preguntó.
–Eh, llamé a casa, y dijo que está de acuerdo.
–¡Fabuloso! –exclamó– Estoy tan ansioso. Estoy seguro de que es un sujeto muy simpático. ¿No es así, Areku-chan? –dijo con cara coqueta.
–Sí, así es –respondí riendo entre dientes–. Sempai, vi un par de mujeres gritando muy exasperadas dentro de la confitería... ¿Por qué?
–Oh, yo sé por qué. No sé si te has dado cuenta pero, hay una noticia muy interesante del famoso escritor Nowaki Hashimoto que está por todas partes. Y es un verdadero escándalo.
–¿Qué es? –pregunté interesado.
–Al parecer hubo un fuerte altercado con su pareja en su departamento. Se dice que poco faltó para que se mataran entre ellos. Y eso no es nada. Están diciendo que Hashimoto arriesga hasta veinticinco años de cárcel por intento de asesinato. ¡Es horrible!
–¿Qué? –dije sorprendido– ¿Cuándo pasó eso?
–Ayer en la noche.
–Qué lástima. Pensé que era un buen chico.
–¡Y lo es, Areku! A mí me parece que la prensa está exagerando todo. Ya sabemos cómo son.
–Oh, sí, concuerdo contigo –respondí, pensando en los estúpidos reporteros que armaron una tonta noticia sobre Chisa-kun y yo–. Son una verdadera molestia.
–Espero que no pase nada, ya que los policías han dicho que el futuro judicial de Nowaki es incierto. Realmente pienso que no hay que armar una batahola sin saber los detalles a fondo. Además, la pareja de Hashimoto está hospitalizada. Falta su declaración. Hasta entonces, seguiré pensando que todo esto está incompleto.
–Sí, tienes razón –dije pensativo–. Bueno, ¿nos vamos? –propuse cambiando de tema.
–Sí, vámonos –respondió.
 Entramos al auto y nos dirigimos a casa. Estoy nervioso. No hay nada hecho. No tengo comida para ofrecerle, ni nada de tomar. ¿Qué impresión voy a dar? Esto será incómodo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario