martes, 3 de mayo de 2011

Ai no tetsugaku - Capítulo 8: "Eres mi mejor amigo, por éso, ¡shhh...!".

–¿De verdad no puedo pasar? Le muestro mi licencia que acredita mi oficial participación como profesor de la academia, ¡se lo juro! –rogaba sin cesar al portero –mis llaves están adentro, y necesito recuperarlas, ¡o no podré entrar a mi casa!
–Lo siento mucho, profesor –respondió sin conmoverse el guardia –pero no tengo permiso para dejar pasar absolutamente a nadie.
–¡Me quejaré con la directiva! –dije anonadado ante tal norma.
–Me temo que su queja valdrá la nada misma, porque la propia directiva fue la que decidió dar esta orden –se apresuró a decir con tono satisfecho al saber que ése sería del jaque mate de la discusión.
–Demonios... qué idiotez –murmuré dando la media vuelta –esto es una injusticia que lamentablemente no podré demandar ante nadie. 
  Me alejé resignado ante los argumentos del viejo antipático y pensé en regresar a casa... es decir, a la casa de Takemura, pero, mientras me dirigía a la parada de buses, recordé a Igunashio. ¿Por qué no aprovecho y voy a verlo? Hace casi un mes que no hablamos. Cambié mi ruta y me subí al bus que conducía a la casa de Igunashio-Senpai. Al llegar, me produjo una gran emoción ante la expectativa de verlo nuevamente. Asomé mi rostro a través de las rejas y al parecer, Igunashio se dio cuenta. Abrió la puerta, y al verme, nos abrazamos fuertemente.
–¡Arekusandā –exclamó sonando muy contento –, amigo! Tanto tiempo sin vernos, ¿eh?
–¡Senpai! –respondí sonriendo –sí, lo sé, ha pasado mucho tiempo. Estuve muy ocupado.
–Te entiendo, Areku-chan, te entiendo –contestó mirándome con una gran sonrisa –¿qué ha sido de tu vida? ¿Lograste un buen empleo?
–¡Sí! Estoy trabajando en la academia Mirai Senshi.
–¿En serio? ¡Mis felicitaciones más grandes! –dijo dándome unas palmaditas –oye, he sido muy grosero. ¡Pasa, amigo, pasa! Debí haberte invitado hace mucho tiempo.
–No pasa nada, Igu-san –respondí asintiendo.
–Venga, entremos a tomar un poco de té –dijo haciendo un gesto de invitación.
  Recuerdo como si fuera ayer cuando visité su casa por última vez. Estaba tal cual la había dejado: sus paredes adornadas con muchas fotos familiares, un jarro de origen árabe al centro de la sala, su diploma de la secundaria, y al resto, impecable como siempre, claro que en cada rincón tenía una montaña de papeleos y muchos... mangas en la mesita del living.
–Oye, Igunashio, ¿no eres profesor de filosofía? –pregunté mirando los mangas.
–Claro que sí –respondió sirviendo té –pero, he decidido trabajar en una editorial de mangas.
–O sea... no trabajas como profesor.
–También –dijo entregándome una taza con té rojo.
–¿Cómo...? –contesté confundido –supongo que te has hecho de una licencia legal para desempeñarte en dos profesiones al mismo tiempo, ¿verdad?
–No necesariamente –respondió sentándose –el trabajar como editor de mangas no necesita de un estudio previo, aunque debes saber algo de diseño y de cómo plasmar las emociones en el papel, pero lo demás se aprende a medida que lo vas desarrollando.
–Interesante –dije tomando té.
–¿Has visto este sujeto? –comentó mirando un diario que tenía en manos –¡es esplendido! Me ha servido de mucha inspiración para hablarles a mis alumnos.
–¿Quién? –pregunté acercando mi rostro a la plana que Igunashio-Senpai señalaba –¡ÉL...!
–¿Verdad que es magnífico? –dijo mirando el artículo que pertenecía a la imprenta de la semana pasada.
–Justo por él, y claro por querer verte, estoy aquí ahora –dije colocando mi taza de té en la mesita de enfrente. 
–¿Qué pasa con él? –preguntó dubitativo mientras cerraba el diario y dirigía su mirada hacia mí.
–Pasé la noche en la casa de Chiharu Takemura –respondí algo incómodo.
–¡¿Qué dices?! ¡Es maravilloso! –dijo emocionadísimo –¡has tenido la oportunidad de compartir por unas horas techo con mi mayor ídolo!
–No sabía que te gustaba tanto... –dije –pero, debo confesarte algo que sucedió.
–¿Qué sucedió, Areku-chan? –preguntó curioso.
–Yo... 
–¿Tú qué? 
–Lo que pasa es que... espera, una cosa –me detuve antes de proseguir –eres mi mejor amigo, te lo contaré sólo a ti y a nadie más, ¿entiendes? Por éso, te pido la mayor discreción posible.
–Bien –respondió en tono asustado –pero, anda, dime de una buena vez, ¿qué sucedió?
–...Tuve relaciones con él –confesé sintiendo mi rostro ponerse tan rojo como un tomate.
–¿¡¡TUVISTE RELACIONES CON ÉL!!? –gritó levantándose de golpe.
–¡SHHH...! ¡Calla, hombre! –dije levantándome junto con él –¡No grites! Sucedió en circunstancias muy confusas. A pesar de que le pedí explicaciones, no logro entenderlas.
–Pero... ¡¿él es... es gay? –preguntó en tono de desilusión, casi a punto de llorar.
–¡No lo sé! –respondí muy incómodo.
–No puede ser... pero aún así, ¡lo sigo amando! –dijo conteniendo las ganas de actuar como niñita desilusionada, de ésas que se decepcionan porque descubren que su artista favorito resultó ser un pobre diablo. –A todo ésto –dijo interrumpiendo su escena de desengaño –¿cómo terminaste en su casa? –preguntó abriendo los ojos como dos platos.
–Es cierto... –respondí pensando –muy bien, te contaré como terminé en la casa de Chiharu-san... –dije preparándome para rememorar la liosa situación que viví.

No hay comentarios:

Publicar un comentario