sábado, 15 de octubre de 2011

Riko-tekina ai no tetsugaku - Capítulo 20 2/4: "No quiero perderte".

Sigo pensando cómo rayos llegará hasta aquí ése hombre –decía Nori-Senpai.
–Créeme que lo mismo me pregunto yo.
Pero, Misaki, ¿Nowaki-san nunca te habló de su primo-hermano?
–Nunca...
–¡Y a éso llaman una relación!
–¡Cállate! De seguro tendrá sus motivos. Motivos que no pretendo investigar si él no desea hablarme de ellos.
–Eres muy tonto, Misaki-kun. Tienes todo el derecho de exigirle algunas respuestas a tus preguntas. ¡Son... novios! ¿O me equivoco? –exclamó enfurecido–. ...Dios, cómo suena espantosa ésa palabra.
–No me causa gracia –respondí enojado–. No sé cuál sea tu concepto de "privacidad", pero no me importa porque no estoy dispuesto a enseñártelo.
Y yo no sé cuál sea tu concepto de "confianza" y "relación". Supongo que tampoco me tomaré el tiempo de explicártelo; eres tan terco que es esfuerzo nulo.
  No respondí a su comentario. A decir verdad, creí que tenía algo de razón. Es decir, no debo meterme en los asuntos privados de la gente, pero Nowaki-san y yo... somos uno solo ahora. Debería por lo menos contarme de este primo-hermano que me acaba de llamar de la nada.



–Misaki –me llamó la voz de Nori-Senpai –, creo que ya llegó.
–¿Eh? ¿Está aquí? –pregunté sorprendido.
  Abrí la puerta y vi un auto blanco deportivo que se había detenido frente al edificio. Era el auto más brillante y más limpio que jamás haya visto. Los aros de las ruedas eran como perlas, las cuales brillaban tal cual una llama de fuego. 
  En cuanto al conductor, era un chófer de vestiduras muy elegantes. Mientras que en el asiento del copiloto, aparentemente se encontraba una especie de guardaespaldas. Lo digo porque su tamaño era colosal y su aspecto a la defensiva delataba un profesional para asesinar cualquiera que se atreviera a molestar a su protegido.
  Transcurrieron alrededor de diez segundos y el guardaespaldas bajó del auto. Cerró la puerta, y se dirigió hacia la parte trasera del auto, específicamente hacia la puerta trasera derecha. 
–¿Acaso es inválido o qué? ¿No puede abrir la puerta solo? –dijo Nori-kun.
–Cállate, Senpai –dije mientras le daba un disimulado golpe con el codo.
  El guardaespaldas sacó desde asiento del copiloto un abrigo de piel color café; abrió la puerta donde aparentemente se encontraba Hikaru-san, y extendió su mano, dejando ver otra mano que se sostenía de la suya. Aquélla mano era blanca, con dedos largos, y su muñeca estaba acompañada de un reloj dorado, además de un anillo plateado que llevaba puesto en el dedo anular. No sé si esté en lo correcto o no, pero tenía apariencia de ser alguien muy, muy adinerado. Al bajarse completamente del auto, se mantuvo  de pie en posición firme. Hikaru Okimasa era un hombre muy alto, con un rostro fino y delgado. Tenía labios un poco gruesos, usaba lentes, y tenía ojos de color negro como las tinieblas del infierno. Su nariz era respingada, y su cabello era de color café claro. A pesar de que poseía un físico bastante atractivo, había algo que lo hacia un poco... cómo decirlo... ¿diferente?
–¡Mira éso...! Tiene un aspecto varonil y posee aire de ser alguien misterioso, pero parece mujer con esos modales tan delicados –comentó Nori-kun, mirándolo de pies a cabeza.
  Exactamente a éso me refería.
–Entonces, él es el primo-hermano de Noki-san... –murmuré mientras le contemplaba.
Me resulta extraño pensar que lo imaginé como un tipo del tamaño de un gorila, vulgar y muy machista. Ahora que lo veo así, estoy simplemente confundido –decía Nori-Senpai pensativo.
  Me mantuve en silencio mientras observaba a Hikaru-san caminar junto a su escolta hacia nosotros. Su manera de caminar era tan elegante que me hacía sentir incómodo. Su protector era tan musculoso que me daba escalofríos. El silencio que entre nosotros había era peor que el mismo silencio de la muerte. Incluso llegué a pensar que no venía a hablar conmigo, sino que venía a matarme.
–Tú eres Misaki Kyosuke, ¿no es así?  –preguntó Hikaru-san. Su voz era gruesa, casi  como la voz de un documental que provoca suspenso.
–Sí –asentí con la cabeza.
–Sígueme –dijo enseguida–. No me preguntes a dónde vamos; no hay tiempo.
–¿A qué hora volverán? Tenemos una reunión con la disq-
–Cierra la boca, rata vulgar –dijo Hikaru-san a Nori-Senpai–. ¿O es que acaso todavía te queda un poco de aquélla personalidad de hombre rudo? –preguntó con ojos de fiera.
  Nori-kun no respondió. Simplemente permaneció en silencio, tieso como una estatua.
–Éso pensé –interpretó el primo-hermano de Nowaki, dirigiendo hacia Nori una mirada burlona, acompañada de una sutil risa. Segundos después, giró su cabeza hacia mí dirección–. ¿Qué estás haciendo, Misaki? Sube al auto. Rápido.
  El guardaespaldas me lanzó una mirada amenazante, como si me estuviera diciendo: "no intentes hacer nada, porque de mí, no escaparás". No volví a mirarlo y simplemente caminé hasta el auto. Lo único que podía hacer en aquél momento era rezar para que no sea secuestrado, torturado y luego asesinado en manos de Hikaru Okimasa o de su gorila.

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