sábado, 26 de enero de 2013

Ai no tetsugaku - Capítulo 28 2/3: "Locura".

  Me desperté por el sonido de la puerta que se abría. "No tengo la más mínima intención de dormir" pensé antes de cerrar mis ojos, sin embargo dormí profundamente. La música relajante, el perfume de Chisa-san, más la brisa suave que acariciaba mi rostro, fueron los causantes de mi excesiva relajación. Levanté mi cabeza y vi a Chiharu afuera del auto, llamando por celular. Estuvo alrededor de cinco minutos en ello. Después colgó y se acercó a mi puerta. La abrió y me pidió que saliera.

–¡¿Qué?! –exclamé saliendo del auto– ¡Estamos en la Montaña Namsan!
–Querías venir –dijo–, y aquí estamos. Debo reconocer que tienes buen gusto para elegir lugares turísticos. Es muy agradable.
–Es verdad –respondí asombrado–. ¡Gracias, Chisa-san!
–No te preocupes, sólo te pido que te acostumbres al ambiente. Nos quedaremos aquí hasta el amanecer –dijo, guardando su celular.
–¿Eh? ¿Hasta el... amanecer?
–Sí. ¿Ocurre algo?
–No, no –contesté–. Es que, no veo ningún lugar donde podamos hospedarnos. ¿Dormiremos en el auto? –inferí.
–No te preocupes por eso –respondió, mirándome con un brillo indescriptible que emanaba de sus ojos–. Disfruta del día. Lo preparé para ti –dijo con voz susurrante, entretanto se acercaba a mí. Su rostro y el mío quedaron a escasos centímetros de distancia. Abrió ligeramente su boca y besó la punta de mi nariz.
  Chisa-san me tomó de la mano y comenzó a caminar hacia una entrada que tenía un letrero grande, con un algo escrito en coreano. Más abajo estaba detallado su significado en inglés. "Namsan Mountain". Seguimos caminando hasta llegar a un puesto que había al lado de un árbol de cerezo.
–Buenos días –dijo en coreano la mujer que atendía–, ¿tiene su...
–Sí –interrumpió Chiharu, respondiendo en coreano también.
  Chisa-san sabía hablar muchos idiomas: francés, inglés, un poco de español... pero jamás creí que se dominara en el coreano. Cada día me sorprende más.
–Vamos –dijo, girando hacia mí.
  Lo seguí durante todo el camino sin saber a ciencia cierta a qué íbamos. El dijo que lo había preparado para mí... y la curiosidad me estaba matando.
  De pronto nos detuvimos frente a una especie de puente que dejaba ver un paisaje hermoso. Si me asomaba, podía contemplar todo lo que estaba debajo de nuestros pies. Pero eso no era lo más importante, sino que había una pequeña muralla de la que colgaban cientos de candados. Nunca antes vi algo parecido. Entonces vi que Chiharu sacó un candado de color rojo desde el bolsillo de su camisa junto a una pequeña llave, y contempló durante unos segundos las montañas que se veían desde nuestra ubicación. Lanzó un suspiro. Se acercó a mí, tomó mi mano derecha, y la apretó con firmeza.
–Arekusandā, te amo. Gracias por estar conmigo. Yo... estuve a punto de morir. Y tú me salvaste. Eres mi ángel. Ahora, yo no puedo morir, porque voy a cuidarte.  –dijo, mirándome fijamente, sonriendo como nunca antes lo había hecho, y apretando el candado contra su pecho–. Por favor, nunca te alejes de mí. Cuando estés triste, ven conmigo y yo te voy a consolar –decía, mirándome–. Quiero compartir este atardecer contigo, y este lazo de amor que quiero sellar, aquí, junto a ti. 
  Inmediatamente mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Él es un tipo muy reservado, el cual prefiere guardar sus sentimientos en vez de expresarlos. ¿Lo había hecho por mí? Lo hizo, ¿porque me valora? ¿Soy la única razón que lo motiva a exponer sus emociones? Comencé a llorar.
–¿Qué? –dijo, cambiando su expresión– ¿Estuvo mal lo que dije? ...Demonios, sabía que era demasiado. Disculpame.
–¡No! Tonto –dije, riendo. Suavemente le di un golpe en el pecho–. Estoy llorando porque no me esperaba esto de ti. Es... el momento más lindo de mi vida.
  Chiharu echó una risa seca. Entonces, se agachó cerca de los demás candados. Abrió el preciado objeto y lo cerró con llave, tirándola a continuación por el borde del muro.
–No estaba en mis planes conocerte –dijo, acercándose a mí–, pero cuando sucedió, mi vida pasó a segundo plano. Todo desde entonces comenzó a girar alrededor de tu existencia... Es una locura. ¿Cómo puede una persona amar tanto a otra? –se preguntó a si mismo, mirando el paisaje.
  Lo miré sonrojado. No dije nada puesto que no sabía qué decirle.
–Me alegra que te encuentres así –agregó–. Este era el resultado que esperaba: dejarte sin palabras.
  Sonreí y lo miré con devoción. Él volteó y me devolvió la sonrisa.
 Me acerqué a él y lo abracé fuertemente. Después, él me tomó de la mano, y permanecimos en esa posición durante un largo tiempo, sólo mirando la naturaleza que nos brindaba una vista impresionante.
  Sustuvo mi mano con delicadeza. Noté que elevó su brazo derecho, mirando al reloj dorado que colgaba de su muñeca.
–Arekusandā –dijo–, ven conmigo. He preparado algo especial sólo para nosotros.
–¿En serio? –dije, mirándolo ilusionado.
–Sí –respondió, sosteniendo mi mano–. Acompáñame. 
  Tomados de la mano, me condujo hacia unas escaleras que llevaban a un lugar que se encontraba en lo alto de una montaña. No sé cuántos escalones exactamente subimos, pero fueron varios.
  Cuando por fin llegamos, me encontré con algo que jamás imaginé. Era una suerte de azotea que tenía vista privilegiada hacia la ciudad. Había una mesa pequeña con un mantel blanco puesto. Había una botella de vino, dos copas de cristal y un platillo para cada lado de la mesa. El suelo estaba repleto de pétalos de rosas rojas, y más allá pude visualizar lo que parecía una cama grande y blanca como la nieve. Miré a Chiharu y él me miró a mí.
–¿Te gusta? –preguntó, quitándose el saco.
–Sí, ¡mucho! –respondí, emocionado.
–¿Tienes hambre? Porque yo sí –dijo.
–¡Sí! Me ruge el estómago –contesté, caminando hacia la mesa.
  Ambos nos sentamos al mismo tiempo. Rápidamente comencé a comer, mientras que él comió a velocidad normal. Estaba delicioso. Creo que se trataba de una comida que incluía mucho pulpo. Noté que Chisa-san cada cierto tiempo me miraba, aparentemente sorprendido por la cantidad de comida que ingería. Me reía, un poco avergonzado, pero él me devolvía una tierna sonrisa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario